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sábado, 2 de mayo de 2015

LA NÁUSEA



La vio en la televisión. Estaba con sus amigos. El café pasó por su garganta como un sorbo de espinas.

Salió a la calle. Abajo el portero lo saludó con cierta sorna. En otros tiempos era ella quien sacaba el auto. Media hora más tarde, en la esquina del edificio se detuvo en el puesto de periódicos. En primera plana ella sonriente en la barra de algún bar miraflorino, con la indudable mueca del disfrute. Sintió en sus entrañas un batido gaseoso. Tomó aire. Al pie de la escalera que se alza hasta el edificio, extrajo su teléfono. No usaría el ascensor. Fotos, risas y sonrisas, almuerzos, caballos, autos, playas, cientos de likes en sus redes sociales. La náusea subió irremediable hasta cortarle el aliento. Borrar, borra, borrar. Que no quede ni una. Y luego bloquearla en sus redes. Eso, para empezar.

La mañana había nacido con el olor a mar que precede al otoño. Tres años después estaba deseando que las noches de juerga, al sur de Lima, se fuesen de inmediato, sin tener que pasar por la memoria. Esta nostalgia que trae el otoño no ayudaría mucho, pero peor sería un verano absurdo. No le gusta este olor salino, tosco, dañoso, lacerante, que es una nueva amenaza: es la fétida náusea que apaga sus sentidos. Carajo, pasaron dos semanas. Para mí es poco, pero ella no es yo. La sal del adiós, de la despedida, del pasado, de la pérdida, no tenían el mismo significado ni siquiera para dos almas que se fundieron en algún momento.

Un piso, dos, tres. Al encuentro con sus fantasmas. Cuatro, seis, hasta atravesar la cortina del pasado. Recuerdos, urgencia, nostalgia. Puta madre. Se quita el abrigo. El sol está disparando un halo de luz que se cuela por la ventana. El cielo limeño, otras veces tan gris y sombrío, va a solear cuando más lo necesita. Abajo, en las calles, el bullicio se acentúa. Bocinas, motores, desorden. Todo ese caos parece una invitación al abrazo. Déjala ir. No te necesita. No es la que conociste. Ser famosa es ahora lo más importante. Está pasando la náusea. El aire del octavo piso ayuda. Lima es una ciudad mágica, donde todo parece una fiesta. La gente canta, ríe, silba, bromea. El limeño se agarra de su alegría para salir a lucharla. Le gusta Lima porque no es una ciudad ausente. Aquí siempre pasa algo. No tiene calles perfectas, no pertenece al primer mundo. No es una ciudad ordenada y superficial, de gentes egocéntricas y deshumanizadas. Aquí es urgente el roce, el contacto físico, la intimidad. Un abrazo, un beso, una mirada, un apretón de manos, un palmoteo. Lima es una ciudad expresiva. Un hola, una sonrisa, un grito, un insulto, un desplante. Todos somos alguien. Nadie pasa desapercibido. Él tiene su lugar en esta sociedad mestiza, en este cuadrante variopinto que como hoy le pide cuentas de su soledad. Un par de semanas más y saldrá al reencuentro con su origen, sin pizca de pasado.

Es un chico de Barrios Altos. Por naturaleza es alegre y suspicaz. Tener un buen empleo, ganar buen dinero y vivir en Miraflores con una flaca del María Reina, estuvieron a punto de borrar su identidad.


De: El Juego de la vida Copyright © 2015 Rogger Alzamora Quijano

2 comentarios:

  1. Todo tiene su final, dice la canción. Cuando de una parte se rompen los códigos, hay que darle vuelta a la calle. Este relato lo dice todo. Gracias por compartir.

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  2. La náusea y el vómito, dos cosas verdes sin esperanza.

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