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jueves, 29 de mayo de 2014
LUZ DE LA MEMORIA
I
El río se hizo leyenda ante el gris de aquél día.
Los puentes perdieron distancia. Las cúpulas lanzaron sus brillos
desde el balcón floreado de ti.
El temprano paisaje emanó bullicio.
Bendita luz de la memoria. Bendita música nostalgia,
y un virulento golpeteo de desdichas dejó en la orilla la migraña recurrente.
La pesadumbre nos emboscó en el puente
cuando íbamos a dejar el candado que exige la tradición.
Tuvimos que pasar sin gloria
quizá porque abrigábamos temor,
quizá por la cercanía de la mezquita,
quizá por los reclamos mudos,
quizá por los agobios del futuro.
Tus ojos se hundieron en los tiempos idos.
Ir hacia el puente fue mucha ansia para poco deseo.
La rojiza tierra no nos dejó sembrar sueños y osadías,
porque ya los patos se solazaban en el frío.
Cuarenta minutos junto al río igual cuarenta fotos para el olvido.
II
El sol nada en el encrespado río y tu mirada en la modesta comarca.
Cantas los versos que escribiera tu padre, una historia de corazones partidos.
El aire enfría como tú. Los perros acusan los límites. Los colibríes beben de tu boca.
¡Se cumple la profecía imposible!
Te observo mirando las cumbres cuando el canto de la inocencia,
cuando la del sinsonte.
No importa el futuro inminente ni la soledad.
Bendita luz de la memoria. Bendita música nostalgia.
III
¿Qué fue de la ciudad de nuestros sueños?
Debo contarte: la piel de las naranjas se hizo gris, los verdes de nuestra casa hoy pintan morado.
La espléndida vista, los tejados rugosos, las calles sinfonía,
las veredas de colores, los supermercados y los bares,
los furtivos cigarrillos que parecían delito.
Todo quedó en el amarillo periódico de ayer que releo con la obsesión de la hora nona. Maqueta del pasado imperfecto.
Todo es conflicto en este recinto, mantel para una mesa vacía, lienzo precario, alfombra distinta, pasillo interminable como la madrugada.
Todo es nostalgia, sol en un alveolo, hojarasca de versos, premura de un presente despiadado y un futuro imposible.
Todo eso mientras te espero bendita luz de la memoria. Bendita música nostalgia.
DE: versos conversos Derechos Reservados Copyright © 2014 de Rogger Alzamora Quijano
domingo, 25 de mayo de 2014
WANDOR WINDOR
Como siempre, Wandor Windor era el primero de la fila.
Lo quedaron mirando. Wandor Windor estaba preparado para todas las burlas del mundo. Se alisó el pantalón de polistel marrón sobre los deformes zapatos mientras Pilatos seguía llamando a sus jugadores: hey Batán, aquí; Cacique, Cirujano y Mago. Pilatos, el todopoderoso alero zurdo tenía el ceño fruncido, los aludidos se ubicaban en sus lugares chinos de risa. Wandor Windor caminaba con su habitual desparpajo, en medio de la chanza de lo compañeros y rivales. Un metro sesenta de estatura, para un gigante del arco.
En el otro equipo, El Indio tenía lo suyo. Un equipo de macheteros y rascapiernas que no dejaban pasar pelota ni jugador. Por ejemplo, Lelo, el grandulón tartamudo, estaba encargado de los brutales codazos que te dejaban sin aire para toda la vida. Pero no todo era rudeza. El Indio era el cerebro y quien se cargaba el equipo al hombro. Habilidoso, pericotero, socarrón, macho para aguantar las patadas e igualmente veloz para retrucar la boquilla. Un dolor de cabeza de Pilatos.
El duelo se vislumbraba ardoroso y sucio como siempre. Estaba en juego -aparte de media docena de incacolas- el honor que confrontaba a los criollos huarmeyanos con los cholos lugareños. No era fácil explicar el encono dominical que hace tres años se renovaba en la canchita de la escuela 1700. La rivalidad era irreconciliable.
El nuevo episodio de doce piconazos ante cuatro gatos en la tribuna iba a comenzar. La impaciencia llegaba al límite y la calistenia hervía la sangre. Estaban listos, sin árbitro, sin reglas y sin tiempo. Hasta que el otro tirara la toalla.
Wandor Windor había por fin llegado al arco, contorsionándose al colocar primero una muleta, después la otra. Sus omóplatos le sobresalían en la espalda, su pequeña cabeza rapada se hundía y volvía a aparecer. Su caminar dubitativo y la escuálida sombra que dejaba gotear sobre la tierra muerta, provocaban la burla del público. El Gordo César lanzó un improperio. Ya pues carajo, apúrate, mientras se rascaba la protuberante panza. Wandor Windor ni lo miró. Arrastró por última vez su pierna derecha, se remangó la camisa y se cuadro en la portería. Sus piernas aflojadas por la polio, las muletas firmes bajo sus axilas, sus excesivos huesos. Parecía aún más invencible.
Pilatos se paró en el centro, frente a El Indio. Se miraron a los ojos. Y con un furibundo bote sobre el polvo, comenzó el partido.
Luego de dos horas y media, trece atajadas suicidas, moretón en el pómulo izquierdo, raspones y magulladuras, el rostro grotesco por las barrosas riadas de sudor, Wandor Windor emergió. Primero una muleta, después la otra, se alejó altivo, ante el aplauso de los presentes, que por primera vez premiaban la derrota.
De: EL JUEGO DE LA VIDA Copyright © 2014 Rogger Alzamora Quijano
jueves, 22 de mayo de 2014
EL DESATINO
Tú no mereces ni siquiera un epigrama.
Ernesto Cardenal - Epigramas
Ella andaba por la calle extravío.
Él alistaba telaraña para la solitaria hormiga
harta de olvido.
Adiós amor efímero brillo fruslería,
astuto embustero.
Reina en pedazos petardo caricia,
que por una risa-fotografía perpetró desatino.
Bella apariencia labial rosado cejas perfectas
foto artificio orín champaña retoque soslayo.
Transeúnte de alcobas que salva muriendo,
ahogo tragedia vaso vacío.
DE: versos conversos Derechos reservados Copyright © 2014 de Rogger Alzamora Quijano
viernes, 16 de mayo de 2014
TU VOZ
Mi amor tu amor esperan que la muerte
se roben los huesos, el diente y la uña
Carlos Germán Belli - Poema
Secuestrado por los recuerdos miro el mar y las arenas candentes como tu piel.
El islote enfrente, los niños retozando.
El mínimo significado del tiempo, la inmensidad del quizás.
Tus manos de arena, tus abuelos, tu hermano,
tus padres son apenas una excusa.
Miro tu lengua ágil boca serena,
cabellos sin pausa, hombros sin peso,
danza de contorsiones suntuosas,
palabras sin sensación.
Caminos sin dirección.
¿Dónde está el sonido? ¿Dónde las evidencias, dónde los tatuajes
Todo se reduce a imaginar.
Escuchar al teléfono diosa melodía, tus arpegios.
Y yo torpes graves tosco desatino, milagro y propósito me siento.
Y me siento solo, sin evidencias.
Nada queda. Nada de tu almohada ni de tu cama.
Ni mis pesadillas que se atascan en tramos inconclusos tu abrazo,
pus de tu existencia que me infecta.
Solo la sal de tus mejillas, tu futuro en mis letras esquivas
y tu atinada sentencia.
DE: versos conversos Copyright © 2014 de Rogger Alzamora Quijano
sábado, 10 de mayo de 2014
AQUÉL GOCE PAGANO
Nota del Editor.- Ayer tarde me llegó desde Bogotá, y por gentileza de mi amigo Jorge Luis Villada, el siguiente artículo publicado en EL TIEMPO de Bogotá acerca del cierre de un legendario santuario de la música y la cultura, del que el mismo Jorge Luis me había contado hace varios años: "El Goce Pagano". Como melómano me conmueve el final de El Goce, como aficionado a las letras el siguiente sabroso artículo firmado por Juan Martín Fierro.
ADIÓS A LA RUMBA SALSERA DE SALOMÉ PAGANA
El famoso local fundado por César Pagano hace 26 años cierra sus puertas.
“El cierre de Salomé es triste y casi trágico. Muere una época”, me dijo el periodista Enrique Santos Calderón al saber la noticia.
No es para menos. El fin de Salomé en Bogotá es como imaginar la muerte de La Troja en Barranquilla, o de Zaperoco en Cali. No se trata de un simple bailadero de salsa, que también lo ha sido y muy bueno por cierto, sino más bien de un verdadero espacio cultural, un patrimonio de los bogotanos. Desde sus inicios, marcó una clara diferencia respecto a los locales tradicionales y ofreció una nueva alternativa a quienes buscaban fiesta con cultura. La rumba en esta ciudad no será la misma de hoy en adelante.
En Salomé gozaron por igual ministros y bailarines anónimos, todos unidos alrededor de una causa y una figura: la música con criterio programada noche a noche por su propietario, el investigador, escritor, gestor y periodista César Villegas, más conocido como César Pagano. ¿Por qué se cierra Salomé? ¿Cómo pudo pasar esto?, son las primeras preguntas que le lanzo.
“La zona rosa de Bogotá ha entrado en decadencia, lo mismo que el concepto de rumba que pregonan las nuevas generaciones. Los muchachos han traído una moda de beber en la calle, con todas las consecuencias de aglomeración, que impide la libre circulación; la basura, el vómito, la discusión y la pelea, con policías presentes. Esta inseguridad, desaseo y peligro espanta a la gente tranquila y gozona de la vida, que es mi clientela. El negocio no venía bien y, para rematar, perdimos un pleito que nos obliga a devolver el inmueble; ese fue el puntillazo”, comenta César, que ha dedicado 40 de sus 72 años al negocio de la rumba.
Los inicios de Salomé se remontan a 1978, cuando Pagano se instaló en Bogotá después de probar suerte en su natal Medellín con El Goce Pagano, una marca que con los años haría historia en la noche bogotana gracias al legendario local de la carrera 13 con calle 23, y a otros que se abrieron posteriormente en La Macarena y en la avenida Caracas con calle 74, en el norte de la capital.
“Con El Goce, que fue la antesala de Salomé, podemos afirmar que César Pagano generó a su alrededor un movimiento social que incluyó la literatura, el cine, el video, la fotografía y la promoción de nuevas agrupaciones musicales de salsa. El hecho más importante que provocó fue la participación definitiva de la mujer en la rumba. Se abrieron puertas a un nuevo público de la noche: las mujeres. Mujeres solas, en combo, bailando, poniendo música, bebiendo, proponiendo, seduciendo... Se ganó un nuevo espacio para la expresión de todas las mujeres de los diferentes sectores sociales”, afirma Bertha Quintero, percusionista, creadora de orquestas femeninas y subdirectora de Artes del Instituto Distrital de Artes de Bogotá (Idartes).
En marzo de 1988, cuando Salomé Pagana se instaló definitivamente en el local de la carrera 14 con calle 82, se convirtió en el bailadero preferido de artistas, intelectuales, políticos y estudiantes de todos los estratos y todas las edades.
Bruno Díaz, Juan Manuel Roca, Fernando Quiroz, Gloria Triana, William Ospina, Vicky Hernández, Stella Villamizar, Ramón Jimeno, Antonio Caballero, Mauricio Silva, Jorge Alí Triana, Fanny Mikey y Antonio Morales eran infaltables.
“César incorporó a la rumba salsera, bastante escasa e incipiente en la Bogotá de los 70, ingredientes adicionales al mero disfrute musical en medio de copas, valiéndose de análisis estilísticos, referencias históricas, publicaciones y conferencias. Muchos descubrieron la salsa gracias a César, quien halló en ella su propia razón de ser”, recuerda el actor, cantante y exconcejal Bruno Díaz.
Interminable es la lista de artistas colombianos y extranjeros que pasaron por Salomé. Su programación, en la que había días para la música de nuestras costas Caribe y del Pacífico, para el bolero en los ‘Martes de amarte’ y para disfrutar, a capricho de César, de toda clase de géneros, pasando por la música del Brasil, el tango, el flamenco, la música clásica y el jazz.
Entre los artistas y agrupaciones que brillaron en el escenario o como ilustres visitantes, se cuentan la Orquesta Aragón, Elíades Ochoa, Celina y Reutilio, La Orquesta Original de Manzanillo, Polo Montañez, Chucho Valdés, Diego el ‘Cigala’, Javier Colina, Omara Portuondo, Gonzalo Rubalcaba, Tata Güines y César Portillo de la Luz.
Juan Formell, ese coloso de la música cubana fallecido el pasado jueves, fue invitado de honor con su orquesta Los Van Van a descubrir un mural dedicado a ellos en el segundo piso del local. Por Colombia estuvieron Totó La Momposina, Sofronín Martínez, Teresita Gómez, Francisco Zumaqué, el Grupo Bahía de Hugo Candelario, la Banda La República, liderada por Juan Diego Valencia, La 33 y Yuri Buenaventura.
“César tendió la mano a músicos desconocidos de aquí y de afuera, aportando calidad y novedad a la oferta cultural de la ciudad. Salomé fue prácticamente un consulado de Cuba en Colombia, y cuando se radicalizó el bloqueo a la isla, en los 90, más se empeñó en divulgar géneros como la timba, el son y el bolero”, dice la editora Mabel Pachón.
“Salomé es una prolongación de la casa de César, donde no hay espacio para el mal gusto ni para las modas musicales”, complementa el médico paisa Jorge Arango.
Para el empresario y melómano Alfredo Escobar, “el gran aporte de Salomé fue enseñarnos que la rumba y el buen gusto musical sí pueden ir de la mano. César ha sido más un promotor y un difusor que un simple coleccionista. Desde los micrófonos de Salomé siempre dio crédito a los compositores”.
El Stalin de la salsa
Entre las incontables anécdotas que dejan las noches en Salomé, vale recordar que fueron muchísimos los clientes que se acercaron a la consola de sonido a pedirle una canción a César, para luego regresarse a su mesa (o a su casa) con el ego musical herido.
El asunto llegó a tal punto que Enrique Santos le endilgó a Pagano los remoquetes de el ‘Stalin de la salsa’ y el ‘Enver Hoxha de la salsa’, en alusión a su excesivo purismo musical. La frase de Santos, “pida lo que quiera, que él pone lo que le da la gana”, pronto fue de boca en boca.
Famoso también fue el llamado Comité de Salvación Pública del Oído, que con el respaldo de amigos como Jeannette Riveros, Gerardo Reyes, Orlando Bohórquez, Enrique Santos, Alfredo Escobar, Óscar Orjuela y Bertha Quintero, lideró en los 90 la creación del Fram (Frente Antimerengue), cuya consigna era desterrar el lado más comercial de este ritmo dominicano. Más recientemente, a través del Franreg (Frente Antirreguetón Idiotón), Pagano lideró la última de sus cruzadas musicales.
¿Qué hará Pagano después de Salomé? “Debo cambiar de actividad o hacer énfasis en otras tareas para poder subsistir, pues no tengo pensión de ninguna clase. De momento, seguiré con mi programa radial en Javeriana Estéreo y tendré más tiempo para escribir, investigar y dar conferencias. También quisiera que mis entrevistas a tantos músicos cumplieran una función social en los conservatorios, bibliotecas y facultades de música, complementando la formación de los estudiantes”.
¿Hay manera de que Salomé vuelva más adelante?, pregunto. “No lo descarto, pero no quiero cargar todo el peso solo. Quisiera ser más un director artístico y que otros se ocupen del manejo del negocio como tal. Hay algunas propuestas, pero de momento nada se ha concretado. Ya veremos qué pasa”.
Esta noche, cuando termine una época de oro en la rumba bogotana, Pagano soltará en público sus últimas arengas, rendirá homenaje especial a Juan Formell y a Cheo Feliciano, tocará la campana para incitar al baile, saludará uno a uno a sus amigos y presentará a Son de Millo, el conjunto de folclor Caribe liderado por Carlos Ramírez, y al cuarteto de saxofones de Rogelio Castro. Así se despide Salomé, un bailadero auténtico y sabroso donde todos dejamos un trozo de nuestra propia historia.
Juan Martín Fierro
Especial para EL TIEMPO
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