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miércoles, 19 de febrero de 2020
PICTURA
(Foto: Acuarela de Rogger Alzamora Quijano)
INICIO
Antes de llegar a la esquina de Victoria con Maravillas
toma un pedazo de ánimo
y busca los hombros de los imanes.
Podrás ver sobre ellos el plomizo resplandor
en el cuaderno de tu designio.
Camina hacia la plaza, que todavía se mece
sobre los ecos de la madrugada.
En la primera hoja traza un gris y dos celestes,
bajo el mitema.
Junto al árbol deja tu alma,
cuando la primera luz la esté desvelando.
Bebe su delicia.
Siente el cálido tránsito en tu helada garganta.
Tómate tu tiempo.
Luego, cierra la página y abre la siguiente.
UNO (AUSTRAL)
Desde el centro de la plaza, mira hacia arriba.
Las casas se desperezan con festivas columnas de humo
que pregonan el desayuno.
Los techos entumecidos se adhieren a la luz.
En ese momento,
coloca cuidadosamente sobre la escuela,
dos trazos verde esperanza. Tenues,
que conjuguen con el amarillo indio
de las empinadas calles.
Que no hieran los ideales ni el apacible despertar.
Luego, en improvisado rito,
exhala, cierra los ojos y siente el aroma a tierra,
a cebada tostada, a cedrón.
Marca la página con una flor.
DOS (PONIENTE)
A la derecha,
brama el sordo motor del autobús.
Para los audaces se recomienda
un azul metálico, poco y grueso óleo sin trementina.
Bordes promesa
y trinitarias amarillas en fondo púrpura.
Así suele describirse el adiós transitorio
previo al oeste ilusión.
Más tarde, cuando el destino haya cuajado,
se abrirán los demás tonos y aromas
en un mismo jardín.
TRES (ORIENTE)
Vuelve la mirada,
y después de la vieja iglesia,
busca en la cumbre los negros y vigilantes ojos.
No niegues tu propio asombro ante la magnitud.
Por siglos, quienes han pasado por aquí, han sentido lo mismo.
Mudez, turbación y dicha concurren invariablemente,
frente a este trozo de gloria.
Se recomienda cautela.
Hasta el mínimo trazo de blanco titanio,
con toda su delicadeza,
podría romper la fascinación.
CUATRO (BOREAL)
Brama el río.
Asómate a los balaustres de la plaza.
La otra banda,
la carretera, las vacas, las chacras,
el nostálgico puente bajo el molino.
Esta abstracción exige matices madera, bronce, esmeralda
y ultramar.
Importante: usa espátula y decisión.
No cierres los ojos. Mastica y deglute poco a poco.
Que tu hambre de asombro se sacie con gratitud.
Después de que aire y sol te hayan inundado,
toma el vértice de la hoja,
siéntate en la glorieta,
a recuperar aliento y pulso,
sensación y memoria.
FINAL
En la última página escribe Aija.
Traza un línea divisoria.
Ambos platos deberán pesar igual.
Donde haga falta ponle un poco de sol,
de azul, o de ocaso en tiempo de estío.
No censures ninguna letra,
no suprimas ningún momento,
no transgredas ningún color.
El azafrán de sus crepúsculos,
los gualdos portentosos de sus cereales,
el violeta singular de sus campos,
el almíbar de sus tiernos vientos,
sus cumbres bizarras y soberanas,
la afable neblina de sus marzos...
Todo es irremplazable.
Después, créelo, ya puedes continuar.
Derechos Reservados Copyright © 2020 de Rogger Alzamora Quijano
martes, 4 de febrero de 2020
MAS ALLÁ DE LOS SUEÑOS
Para el que mira sin ver, la tierra es tierra nomás.
Atahualpa Yupanqui
Escribe: Rogger Alzamora Quijano
¿Qué música está sonando? pregunté. Me alcanzaron la tapa del disco: Cem Karaca. Llegando a casa comprobé que Estambul no estaba cerca, pero tampoco demasiado lejos de Praga. Ahí comenzó.
En el tiempo que tengo la fortuna de viajar, nunca he comprado paquetes turísticos. Prefiero viajar por mi cuenta, planificando yo mismo cada detalle. Primero hago una lista de prioridades y el resto lo adapto a ella con flexiblilidad. Si eres dueño de tu viaje, eres dueño de tu libertad.
Esta vez Estambul, Granada y Milán serían cabezas de playa y, alrededor de ellas, nuestras ciudades favoritas de Europa. Partiríamos de Lima a inicios de junio, en plena temporada alta europea, entonces había que planificar con anticipación.
Por lo general, cuando estoy ante la puerta de embarque en el Jorge Chávez, minutos antes de entrar al avión, siempre me doy un momento para reflexionar en cuántas cosas han tenido que pasar después de comprar los pasaje. Ahora hay que ir adelante, mantenernos alerta, evitar los errores, los riesgos innecesarios y cuidar la salud.
MILÁN ES LEONARDO
Pisamos tierra lombarda alrededor de las ocho de la mañana. Fieles a nuestra costumbre de usar servicio público para trasladarnos, compramos nuestros boletos del tren que nos llevaría a Milano Centrale para, de ahí conectar con Giambellino, muy cerca de la casa de Rosita, a quien abrazamos largamente con todo el cariño acumulado en dos años de ausencia. Vencer el jet lag los primeros tres días fue menos difícil gracias a las atenciones de Rosita y a nuestros sucesivos asombros ante El Duomo, La Scala, La Última Cena, Pinacoteca de Brera, entre otros. Luego, al final de nuestro periplo, regresamos para completar los momentos recortados a Rosita. Naviglio Grande, Castillo Sforzesco, Museo de Arte Antiguo, tarde de aperitivos, caminar, unas cervezas y gozar la alegría de Francesca cantando "La mía mamma mi diceva". Tiempo para ellos y nosotros, tiempo de nostalgia, antes de volar de retorno.
NO HAY VENECIA SIN TI
Seis de la mañana del cuarto día, tomamos el primer tren a Venecia, la ciudad que mi madre no llegó a conocer. Sus calles únicas, puentes (no sobre góndolas, traghettis ni vaporettos). Tres descansos, almuerzo de gambas y carpaccio un par de Spritz y Bellinis. Nueve horas que respiramos los aires de “La reina del Adriático”, rumbo a la asombrosa Plaza y Basílica San Marcos. Es imposible no conmoverse ante su fachada bizantina y, en la galería interior, ante la legendaria Cuadriga Triunfal, saqueada de Constantinopla durante la IV Cruzada (año 1025); la fastuosa Pilastri Acritani, la Cúpula del Génesis y un largo etcétera de historia y arte reunido ahí. Cuando retornamos a la Estación de Santa Lucía, ya llevábamos esculpidas en las retinas Plaza San Marcos, Gran Canal, Palacio Ducal, Plaza Roma, Puente Rialto, La Fenice, las huellas de Vivaldi, Rubens, Velásquez, Tiziano, Tintoretto, Marco Polo, el carnaval.
Venecia es increíble, preciosa, sorprendente. Otros se quedarán a dormir una o más noches allí. Nosotros preferimos caminar Venecia por nueve horas. Lo aseguro, nada como eso. Servido Agustina.
MADRID INCOMPLETA, TOLEDO CERVANTINA
Barajas, nueve de la noche, vía Ryanair.
El metro madrileño desde el aeropuerto es excelente, rápido y económico. Con nueve euros compramos las tarjetas de tren, destino Estación Nuevos Ministerios, de de ahí a Estación Chueca, a quinientos metros de nuestro apartamento. Luego de recibir las llaves buscamos dónde matar el hambre. Descubrimos LiliBistro Food&Wine en Hortaleza 30, a veinte metros de nuestra casa y de la Gran Vía.
Madrid y nosotros nos debemos más días una próxima vez. Es una ciudad que merece verla y caminarla mejor. Muy pronto ya estábamos en el tercer día y había que tomar el autobús para un full day en Toledo. Desde Plaza Elíptica partimos con ALSA a las 6:00 am. Hora y media después estábamos ante la Puerta de Toledo. Minutos antes, en un patio de comidas pedimos café y salchichas con papas fritas para darle contento al estómago y empezar el día en la ciudad predilecta de Cervantes.
Toledo nos atrapó muy rápido con sus calles íntimas, sinuosas y empinadas —que me recordaban las de mi pueblo— atiborradas de arte, arquitectura e historia. La “Ciudad de las tres culturas” nos recibió solemne, con el Alcázar, Santa María la Blanca, la mezquita del Cristo de la Luz, legendarios óleos de El Greco, entre otros tesoros. Nos alejamos de los numerosos grupos de turistas, para sentir en los pies y los sentidos el pasado de esta preciosa ciudad, el silencio y pulcritud de sus calles, las flores asomando de las macetas colgantes. Ese es el impagable plus que se logra viajando por cuenta propia, puedes tomarte tu tiempo, sentarte, detenerte donde te capturan las sensaciones y descartar lo que no te apetece.
Siete horas más tarde, y cuando el sol se apiadó de nosotros, caminamos hacia la estación de autobuses, bordeando el Río Tajo, en compañía de una libanesa de nombre Duha, de impecable chador verde esmeralda, que no hablaba español y habíamos conocido en el Alcázar. Duha era natural de Tiro, y se ganó nuestra simpatía al compartir muestras de su ancestral cultura. A modo de despedida, nos pidió unos selfies ante el Puente de Alcántara.
Al día siguiente, en Madrid otra vez, acudimos al ya reservado tour gratuito Sandemans Madrid. Nuestro guía se ganó merecidas propinas al hacer un gran trabajo por casi tres horas.
Por la tarde acudimos al Museo Del Prado hasta el cierre. Al día siguiente muy temprano debíamos partir a Barcelona a bordo del tren AVE Renfe. Recomendado.
BARCELONA ES GAUDÍ
En Barcelona elegimos la ruta de Gaudí. Desde el aeropuerto hasta la Estación Sants. De ahí seis estaciones a Liceu, muy cerca de La Boquería, donde estaba nuestro hotel. Sagrada Familia, Parc Güell, Ballesguard, Casa Vicens, Palau Güell, Casa Museo, Casa Batlló, La Pedrera, Pavellons, Teatro, Cripta y todo lo que guarda la huella del genio catalán, nos ha maravillado. Completamos con la Escuela de la Llotja en Plaza de la Verónica y Avinyó, Museo Picasso, Barrio Gótico, San Felipe Nerí, Glòries, Paseo de Gracia, Palacio de la Música Catalana, Mercado de San José, Fundación Miró, Plaza Sant Jaume... y la lista no acaba aquí. Al día siguiente, por la mañana acudimos a la cita con nuestro guía gratuito de Sandemans y por la tarde subimos en teleférico hasta la montaña de Montjuic, desde donde se puede ver Barcelona y el Mediterráneo. Aquella última noche nos fuimos de tapas, sangría, agua de valencia y lo que nos cayera a pelo, no en La Rambla —demasiado turística para nuestro gusto—, sino en Vila de Gràcia, movida y bohemia. Si el monumento a Colón y el Arco del Triunfo no nos impresionaron, la Sagrada Familia fue el culmen. La fascinación al descubrirla, rebuscar sus enmarañados mensajes requieren largas horas de contemplación interior y exterior. La noche del quinto día dijimos adiós y volamos por hora y media a Granada.
BUSCAR EN GRANADA
Cuando el shuttle nos dejó a tres calles de nuestro hotel, la ciudad ya estaba alborozada. Casi medianoche, estábamos en Granada, donde yo tenía importantes tareas pendientes (ver mi post).
Nos alojamos en Plaza de Los Campos, a diez minutos a pie de la Cuesta de Gomérez, uno de los accesos a La Alhambra («qa'lat al-Hamra'», Castillo Rojo, año 1238), antigua colina de Sabika. Después de un reparador descanso y desayuno, emprendimos la travesía alrededor de las 8 de la mañana. Había que aprovechar el día. El sol estaba fuerte, pero las sombras de las callecitas y la generosa vegetación de la ruta aliviaron mucho. Después de atravesar Puerta de las Granadas y una breve parada en el Pilar de Carlos V, llegamos a la Puerta de La Justicia (año 1348). Diez horas nos tomó recorrer lo más minuciosamente posible este mágico lugar que de algún modo intenso me conecta con mis raíces. Cuando comenzamos a subir las escaleras de salida en El Generalife, no nos percatamos del agotamiento físico. El éxtasis que nos invadió aquél día no se irá mientras vivamos. Es imposible describir la monumental obra andalusí: palacios, fortaleza, paisaje, jardines, arquitectura, historia, arte, cortan la respiración y remueven los sentidos. El Mexuar, Palacio de los Comares, Patio de los Arrayanes, Salón de los Embajadores, Patio de los Leones, los más de diez mil textos en árabe clásico registrados en paredes, techos puertas, columnas, alféizares; la yesería, cerámica, maderas labradas e incrustadas delicadamente; la profusa caligrafía cúfica, hornacinas, columnas de fuste cilíndrico con anillos, capiteles de dos cuerpos decorados de ataurique, las bóvedas de mocárabe, capiteles azules, techos con pinturas doradas, zócalos con azulejos, techos y albanegas labrada; la inenarrable cúpula de mocárabes de la Sala de las Hermanas —alguien la describió como “una flor de exquisita riqueza”—; los doce leones de mármol surtiendo la fuente dodecagonal, 124 columnas de mármol blanco con sinfín de detalles y arquivoltas de mocárabes, son algunas huellas de la delicada arquitectura nazarí que no dejan en paz el asombro. Enseguida, cruzamos enfrente. El Generalife o Yannat al-Arif (jardín del arquitecto, año 1302). El Patio de la Acequia —idílicos 50 metros de largo por 13 de ancho—, la Sala Regia --desde cuyo mirador se encarece la espectacular vista hacia el Darro, Sacromonte y el Albaicín. El Patio del ciprés de la Sultana, la Escalera de Agua, el Paseo de las Adelfas, un largo etcétera de perplejidad. El Generalife es el jardín de los jardines o como dijo el poeta Ibn al-Yayyab “Las manos de sus creadores bordaron en sus lados / bordados que parecen flores”.
Cuando llegamos al hotel se dibujaban las primeras sombras de la noche veraniega. Eran las diez. Nuestro conteo de actividad física en el celular, indicaba que aquél día habíamos caminado 19.8 kilómetros. Ver eso nos dio cuenta del cansancio.
Tuvimos tres días más en Granada, antes de dirigirnos a Málaga.
SIETE HORAS EN MÁLAGA
La tierra de Picasso nos recibió con un ardiente sol, en gran medida dominado por la brisa del Mediterráneo. No obviamos la casa, ni el museo, la escultura, las tiendas, ni nada relativo al genio del cubismo, después de pasar brevemente por los restos de un coliseo romano. Tres horas después encontramos a nuestro amigo, un escritor malagueño, en un fresco y céntrico café. Charlamos por una hora, antes de llegar al Centre Pompidou para una interesante muestra de arte moderno. A las ocho subimos al bus que nos llevó al aeropuerto. Final en tierras españolas.
DRESDE, LA FLORENCIA DEL ELBA
Diez de la noche. Abordamos la checa Smartwings Airlines, rumbo a Praga. Aterrizamos en Ruznye poco antes de la una. Nos esperaba el coche proporcionado por el hotel. Dormimos muy, muy poco, teníamos que llegar a la Estación Praha Hl. n. de donde partiría nuestro tren Berliner Eurocity, a las 6:26 hacia Dresde donde pernoctaríamos aquella noche. El viaje en tren Praga-Dresde-Praga, en dos horas y media, regala un recorrido con paisajes de ensueño. Insuperables postales que evaporan cualquier cansancio o falta de sueño. Sería un grave desatino dormir. El camarero ayudó con un humeante café y tostadas. Barriga llena, corazón contento.
Dresde es encantadora. Años antes la había visitado entre invierno y primavera, con frío y cielo gris. Esta vez, 9:30 am, el termómetro marcaba 30 grados en Hauptbahnhof. De inmediato tomamos un autobús hacia Ciudad Vieja. Bajamos cerca del Puente de Augusto, parcialmente bloqueado por trabajos de mantenimiento. No pudimos lograr vistas limpias desde aquél icónico lugar, pero en el resto la ciudad barroca todo marchó sobre ruedas. Iglesia de Nuestra Señora, Semper, Hofkirche, Desfile de los Príncipes. El segundo día caminamos Ciudad Nueva, el Puente Azul, Palacio Japonés y regresamos por la tarde a una muestra de porcelana en el Zwinger. Concluimos el día ante la Madonna Sixtina en Gemäldegalerie Alte Meister. Había que regresar a Praga, aprovechamos la generosa sombra y frescor de la Prager Straße. Nuestro tren partió a las 7:10 y esta vez pudimos gozar de las vistas desde el otro lado y con el sol cayendo. Bellísimo.
PRAGA, CALOR SIN VIENTO
Nos debíamos un buen descanso (insisto, es la ventaja de viajar por cuenta propia, sin la rigidez de los paquetes turísticos). Aquella mañana de descanso en Praga fue reparadora. En un minimarket de al lado compramos frutas y algo para desayunar y usamos kitchenette de la habitación para servirnos con un buen café. Praga es una de las ciudades más bellas de Europa, eso no es novedad, así que es un lujo quedarse mucho tiempo en el hotel, sin gozar de sus maravillas.
En el verano la afluencia de turistas es enorme, en especial para sus principales atracciones (el Reloj Astronómico y alrededores, el Puente de Carlos, Río Moldava, San Vito, Barrio y Cementerio Judío, Museo Kafka, Niño Jesús de Praga, por citar algunas). Meses antes habíamos acordado coincidir con nuestra amiga Carol y su marido en un café de Ciudad Vieja. Aquellos momentos valieron la pena de soportar el horno praguense aquella tarde —sobre los 38 grados y sin viento—.
Ese fue nuestro mejor día. Le pusimos cereza al pastel con un trago, una vez más en el entrañable Karlovy, en la ribera del Moldava. Después de eso caminamos por el legendario Puente de Carlos. 516 metros de longitud sobre el majestuoso Moldava (año 1402). Su fabulosa torre gótica vigila a los transeúntes, como sus 30 estatuas barrocas y alguna macabra historia tras la revuelta anti-Habsburgo (las cabezas de los rebeldes fueron colgados a lo largo del puente). Puente de Carlos no concede nada, lo tiene todo, además de la magia que otros no tienen. Las vistas en horas crepusculares fueron preciosas. Nos quedamos hasta pasadas las 9:00 pm. Había que exprimir cada momento.
También con Praga hemos quedado en deuda. La próxima vez tendremos más tiempo y no dejaremos de visitar Kutná Hora y El Osario de Sedlec, por ejemplo. Mañana nos esperaba Estambul.
ESTAMBUL, LA CAPITAL DEL MUNDO
“Si el mundo fuera un solo Estado, Estambul sería su capital”.
Napoleón Bonaparte
Era mediodía cuando llegamos al Aeropuerto Internacional de Estambul, uno de los más grandes y modernos del mundo. El control en aduana es rápido y muy amigable. Todo está perfectamente dispuesto para que el viajero se sienta cómodo. Cambiamos dinero y de inmediato compramos la indispensable IstambulKart que nos serviría para movernos en la capital bizantina. Un shuttle de Havaist nos llevó a Sultanahmet, el centro histórico, donde estaba nuestro hotel. El trayecto es largo, aproximadamente una hora, pero apenas cruzamos el Puente de Gálata la emoción se adueñó. Estábamos cumpliendo otro gran sueño. El día era hermoso. El sol remarcaba las emblemáticas mezquitas.
Bizancio, luego Constantinopla, hoy Estambul, la transcontinental capital de los más importantes imperios de la historia, Bizantino, Romano, Latino y Otomano, cuya edad se remonta al año 660 aC, donde los farsíes antes que Pausanias, atenienses, macedonios, y bizantinos, Constantino El Grande, Justiniano, Teodosio, y luego de las Cruzadas, Mehmet, Ahmet, han dejado huellas imborrables en esta ciudad de grandioso pasado, carácter indómito e incalculable futuro.
En la última semana de Junio la temperatura bordea los 26 grados. En las zonas próximas al Cuerno de Oro, tanto en la parte europea como en la asiática, el fresco viento proveniente del Mármara confronta el calor. En Istiklal Cd, Yeniçelirer Cd, Besitkas o en Galasataray la brisa es deliciosa y, a medida que el crepúsculo muere a manos de la oscuridad, las vistas son realmente indescriptibles. Estambul es una ciudad multiétnica, donde el visitante se mimetiza muy rápidamente. Una semana en Turquía no es suficiente para los que buscamos historia, tradiciones, cultura y artes. Quizá ni un mes ni tres meses serían suficientes antes de irnos medianamente satisfechos.
No consideramos Capadocia en nuestra agenda. Y no me refiero a los paseos en globo --que podría dar un toque de aventura, pero que a nosotros no nos seduce--, sino a su geografía, única en el mundo, a su historia de 6200 aC, Göreme, Indolash, Sabiar, Aksaray, Uçhisar, de pasado asirio, hitita, persa, helenístico, romano, selyúcida y cristiano. Preferimos dejar eso para una próxima visita.
La primera tarde acudimos al Gran Bazar o Kapalı Çarşı, año 1461, un laberinto de galerías cubiertas que se extiende por 45 hectáreas cuadradas, 4 mil tiendas y más de 60 calles. En los cuatro ingresos hay un rápido control de seguridad imprescindible para pasar. Desde carísimas joyerías, hasta venta de ropa interior y chucherías, el Gran Bazar requiere más de dos visitas de al menos cuatro horas cada una. Los precios no son baratos, a menos que el dinero no sea problema. Para comprar barato es mejor recorrer las calles aledañas al Gran Bazar, pintorescas, tumultuosas, exóticas. Una experiencia social y cultural sin parangón. Usar el servicio público de transporte brinda entre otras cosas, la experiencia de compartir un reducido espacio con las enigmáticas y distinguidas mujeres musulmanas, unas con niqab, otras —más liberales— con hiyab, chador o shayla, y unas cuantas con burka (ellas pueden ver sin ser vistas).
Estambul es también gastronomía: iskembe, yayla, tavuk, meze, dolma, börek, y los mundialmente famosos döner kebab y testi kebab. Por la tarde, un té en la calle, keskül, peynir helvasi, güllaç, la insuperable baklava; las calles de Estambul con sus clásicas carretas de castañas asadas o kestane, tavuklu pilav, simit o rosca turca con sésamo, köfte, set misir, etc etc. Viniendo de un país como Perú, de variada y reconocida gastronomía, llegar a Estambul es un alivio. No echamos de menos la patria. Recomiendo el restaurante Ortaklar Döner Iskender —si se alojan en Sultanahmet—, en Peykhane Cd. 27. Comida deliciosa, buenos precios, agradable lugar y trato amable.
Como nota curiosa, durante nuestro paso por el Gran Bazar nos topamos con el Nusr-Et, uno de los restaurantes de la cadena del mediático Nusret Gökçe, mejor conocido como Salt Bae. Completamente lleno y —nos dijeron— reservado por varios meses después. Igual, no hubiéramos entrado, no es nuestro rollo ir a restaurantes groseramente caros (en Nusr-Et un Bae Tomahawk Steak cuesta alrededor de 275 dólares, y con servicio, impuestos, bebidas y postre, fácilmente puede llegar a los 500 dólares por persona). Pero para quienes quieren presumir en sus redes sociales, pueden hacerse unos selfies ante la estatua de cera de Salt Bae ubicada en la puerta Beyazit Nur-u Osmaniye Cd.
El aspecto histórico y monumental de Estambul no será fácil reseñar porque, de cualquier modo, las palabras no harán justicia a lo que nuestros ojos vieron. Estambul es una ciudad de grandioso pasado donde confluyeron vastas, poderosas y sabias culturas. De todos modos, trataré de enumerar lo que para mí es lo más remarcaba. En un futuro escribiré una crónica menos cutánea y más espiritual.
Yeniçeriler Cd., termina y continúa con el nombre de Ordu Cd. (Carretera de Mese, durante el apogeo de Constantinopla). Cerca al Kapali Çarşı o Gran Bazar y enfrente de la Universidad de Estambul, están los restos del Foro de Teodosio I (año 379), derribado a consecuencia de guerras, invasiones y desastres naturales. Fue lo primero que vimos. Los impresionantes restos tallados en mármol y expuestos en plena vía pública conmueven. Ahí se humedecieron mis ojos con la primera y espectacular vista del crepúsculo bizantino. Lo había soñado y esperado mucho. A dos calles de nuestro hotel estaba la Cisterna de Teodosio o Şerefiye Sarnıçı (año 428), la más vieja de las existentes. 32 columnas de mármol lucen en perfecto estado de conservación, tanto que aún se ve filtrarse las aguas. Ha sido adaptada para la visita de turistas, cuidando su estructura. Se puede caminar por su piso transparente, como si lo hiciéramos sobre el agua. A unas veinte calles de ahí, en Hoca Paşa, está la Basílica Cisterna o Yerebatan Sarayi (532 dC), la más grande, con su épica columna de Medusa, construida por Justiniano I.
Al tercer día, viernes —día de la Yumu’ah, el rito de la oración—, importante para los musulmanes, en la zona histórica de Sultanahmet, el Centro Antiguo. En él se encuentran los edificios y construcciones históricas más importantes de la fascinante y encumbrada capital de tres imperios. Caminamos ansiosos para entrar en el pasado glorioso y trágico de esta legendaria parte de Estambul. El clima era agradable. La presencia de más gente de la habitual nos hizo agudizar los sentidos. Estábamos próximos a un pórtico cuyo magnetismo atrae. Pronto quedamos mudos. Ante nuestros ojos, imponente, rojiza y mágica, única y majestuosa, se alzaba Santa Sofía, Ayasofya, Hagia Sofia —o, cuando los tiempos cristianos de su origen, Iglesia de la Santa Sabiduría— primero Basílica, después mezquita, hoy museo. Obra de Justiniano, año 537. De pronto, sonó a nuestras espaldas el canto del muecín. El día previo ya lo habíamos escuchado durante nuestro recorrido por el Gran Bazar y el Foro de Teodosio, pero este fue diferente. Potente, conmovedor, armonioso y perfecto al oído. Provenía de uno de los minaretes de la Mezquita Azul. Tras unos segundos de silencio, la respuesta llegó desde Santa Sofía. Los musulmanes se sobrecogían. Los demás, sorprendidos, optamos por callar. El sol asomó por entre las nubes y nos invitó a caminar hacia la gran Plaza Sultanahmet, otrora Hipódromo de Constantinopla o Sultanahmet Meydani —que yace varios metros debajo—. El Obelisco de Teodosio —originalmente Obelisco del Faraón egipcio Tutmosis III (1479-1425 aC), quien lo erigió en Luxor—, de impecable granito rojo; el trozo del Trípode de Platea o Columna de las Serpientes (año 324), llevada hasta allí desde Delfos, me conectaron a este lugar del que, de alguna forma, me siento parte.
Antes de dirigirnos a Santa Sofía, decidimos volver un poco la vista atrás y visitar la Mezquita Azul o Sultan Ahmet Camii (año 1616), más de veinte mil bellísimos mosaicos azules de Nicea hechos a mano; complejos vitrales y hermosas hornacinas de mármol, los denominados pies de elefante y su fastuoso minber. Ahí nos sorprendió el mediodía. Cuando nos dimos cuenta, el muecín estaba cantando el adhan para convocar a la Salat Yumu'ah, la congregación para la oración. Desde los altavoces nos pidieron abandonar la mezquita. Una vez fuera, preguntamos si podríamos ser aceptados dentro. Dijeron que sí, mientras respetáramos las reglas de la fe musulmana. Lo prometimos y así, mi esposa en el espacio de las mujeres y yo en el de hombres, fuimos testigos excepcionales de aquél acto en una de las más importantes mezquitas de la fe islámica.
Después a Santa Sofía. Nos detuvimos junto a la gran pileta con sus jardines de hermosas flores amarillas, por diez minutos. El sol castigaba muy duro. Minutos después ingresamos al legendario monumento, proeza de la arquitectura bizantina que hasta nuestros días sorprende por su complejidad. Su color rojizo contrasta con el cielo absolutamente azul. La histórica ex catedral ortodoxa, luego basílica cristiana, mezquita y hoy museo, construida en el año 532 por los arquitectos Mileto y Tralles por encargo de Justiniano, y cuya magnífica cúpula de más de 30 metros de diámetro y 55 metros de altura, nos deja sin aliento, está ante nuestros ojos. Turistas y lugareños estamos asombrados ante el que, en su tiempo, fue el edificio más grandioso del mundo, y que por siglos ha sobrevivido terremotos, guerras y destrucción. Su interior revestido de mármoles polícromos, mosaicos y mampostería, vidrios, policromados, oro, plata y basalto; la fastuosa iluminación con centenares de lámparas y ventanales, innovaciones que aún hoy sorprenden a arquitectos, constructores, y artistas. Los legos la miramos inspirados por el silencio y la gratitud. Y aunque tristemente muchos mosaicos cristianos fueron sobrepuestos con iconografía musulmana, quedan algunos que nos remecen los sentidos: los de Komnenus, y Deesis, por ejemplo. Los llamativos medallones en caligrafía cúfica que, en sus 7 metros de diámetro, contienen los nombres de Alá, Mahoma y otros profetas.
A las siete de la noche abandonamos Santa Sofía, con pocas respuestas y muchísimas preguntas. Mientras caminamos, releo en mi teléfono móvil el texto escrito en lo alto de la cúpula —y traducida en la infografía oficial—: “En el nombre de Dios el Misericordioso; Dios es la luz del Cielo y de la Tierra. Es la verdadera luz, la que no procede ni del resplandor del vidrio, ni del brillo de la estrella matinal, ni del enrojecimiento de las brasas incandescentes”.
Sura XXIV, 35 del Corán.
Estambul no te da posibilidad para detenerte. Almorzamos en una de las estrechas calles de Mercan Cami, el restaurante Köfteci Mustafa. Después nos dirigimos a Taksim, para trepar en el romántico Tranvía Nostálgico. Después Besiktas y su famoso mercado de frutos del mar, Torre de Gálata, el cálido Beyoglu. Son las nueve de la noche, es todo por hoy.
El día siguiente a Üsküdar, la parte asiática o anatolia de Estambul, fundada en el siglo VII aC. De Sirkeci en Eminönü a Üsküdar toma algo más de media hora. El ferry va lleno, en su mayoría de mujeres musulmanas. Apenas subimos a cubierta vemos la imponente y hermosa mezquita Süleymaniye; Torre y Puente de Gálata, Beyoğlu, Dolmabahçe, la Torre de Leandro y mucho más. En pleno deslumbramiento, escuchamos al muecín llamar a oración. Es una de las cinco veces que lo hacen.
En Üsküdar caminamos hasta la mezquita Büyük Selimiye Camii. Las calles y la gente son menos ruidosas. El comercio callejero se ve limpio y ordenado. Especias, frutos del mar, carnes, vegetales, ropa, alfombras, velos, zapatos parecen más baratos que al otro lado. Üsküdar es más provinciana. Pasamos por el Cementerio Karacaahmet Mezarlığı y cerramos nuestra visita sentados en un café con vista al Bósforo, el atardecer más romántico de nuestras vidas. El momento perfecto para reconciliarnos con nosotros mismos, con la vida, y con el mundo. Más allá de los sueños.
El penúltimo día, caminamos por la ciudad buscando souvenirs. A mediodía almorzamos en Taksim y desde ahí abordamos el Crucero por el Bósforo, como colofón de este sueño cumplido. Nos ubicamos en la proa de la nave y en silencio recorrimos las fastuosas riberas del mítico estrecho de aguas movedizas, frías y profundamente azules, acompañados por el animoso viento. Las yalis, lujosas y costosas viviendas a orillas del Bósforo, cuyas blanquísimas siluetas se humillan ante el ocaso, nos dejan su indeleble huella en la memoria; las históricas colinas albergan el Rumeli Hisari y el Anadolu Hisari. El último atardecer en estas mágicas tierras va concluyendo con los puentes Boğaziçi, Fatih Sultan Mehmet y Yavuz Sultan Semin —cada uno de más de un kilómetro de longitud— sobre nuestras cabezas. Avistamos el Mar Negro y nos provoca soñar con regresar. Y ese sueño comienza ahí mismo, ante el Mar Negro. Aunque postergamos varias veces el preciado descanso, todo valió la pena.
A las cuatro de la madrugada partimos en taxi (veinticinco liras turcas)a Taksim para tomar el Havaist hacia el Aeropuerto de Sabiha Gökcen, parte asiática de Estambul. De ahí en Pegasus Airlines volaríamos a Milán, último punto antes de volver a casa. Hasta pronto Estambul.
CONSEJOS PRÁCTICOS - CÓMO PLANIFICAR UN VIAJE A EUROPA Y ESTAMBUL POR CUENTA PROPIA, SIN PAQUETES TURÍSTICOS
1) A mediados de enero compré los boletos Lima-Milán-Lima para viajar a principios de junio. Milán fue nuestro primer y último punto en Europa, también para encargar a Rosita nuestras dos maletas de bodega. Viajamos por Europa solo con equipajes carry on de 10 kilos en cabina.
Los precios en temporada alta suelen ser caros, pero encontramos boletos Lima-Toronto-Frankfurt-Milán por $890 cada uno, impuestos incluidos. Un viaje algo largo, pero también menos forzado (y muy barato para temporada alta). A partir de los boletos de avión planifiqué el itinerario, reservé hoteles o apartamentos con Booking y Airbnb. Viajar en temporada alta europea supone altos precios en los hoteles (salvo si se reserva con anticipación). También los lugares de interés (algunos, como La Alhambra, se agotan varios meses antes y no es posible comprarlos en ventanilla). En temporada baja (invierno y parte del otoño europeo) no ocurre lo mismo.
Es recomendable llevar impresas las reservas de los hoteles en el idioma del país a visitar (yo llevé en checo, alemán y turco).
2) Compré online, directo de los propios servidores los boletos para entrar a: Palacio Ducal, Museo del Prado, Museo Picasso, La Sagrada Familia, Palau Güell, Museo del Prado, La Alhambra, Catedral de San Vito, Santa Sofía. Al respecto, hay mucha información de calidad en internet, basta con tomarse tiempo para comparar. Y depende del tipo de turismo que quieras hacer.
3) Un mes antes de partir a Europa, reservé los medios de transporte. Low cost con Ryan Air, Vueling, Smartwings y Pegasus, y regular con Turkish Airlines. También los trenes: Frecciarossa (Milán-Venecia), AVE RENFE (Madrid-Barcelona), Berliner Eurocity (Praga-Dresden); autobuses (Madrid-Toledo y Granada-Málaga), vía Omio; Crucero por el Bósforo, vía Civitatis. Asimismo, compré nuestro seguro integral Cardinal Assistance para treinta días, que aplica para cualquier parte del mundo.
4) En ciudades históricas como las europeas, se puede reservar servicios de guías gratuitos al momento de reservar hotel (hay detalles históricos que ellos manejan, o tú necesitarías sumergirte largo rato en los libros de historia). Hay que darles una propina —PROPINA, no limosna—, pues por lo general los guías hacen un excelente trabajo y aunque no la piden, merecen una buena propina (mínimo 10 euros). Yo elegí Sandemans en Madrid, Barcelona y Praga (aquí preferimos no usar sus servicios por cuestión de horario). Las visitas guiadas duran aproximadamente dos horas, a pie. Hay varios horarios y todo funciona muy bien. Sandemans cuida su prestigio.
5) Milán y Venecia. El boleto de tren Malpensa-Centrale cuesta 13 euros. Un taxi costaría más de 100. Las estaciones en Milán abren a las 5:40 am. Para aprovechar mejor la visita a Venecia hay que partir con Frecciarossa de Milan en el tren de las 7:00 am. El viaje toma aproximadamente 2 horas y media. Es decir, hay que tomar precauciones para llegar hasta Centrale, punto de partida del tren rápido a Venecia. Dos meses antes de la fecha pagamos 15 euros por cada boleto. En la ventanilla puede costar hasta 45 euros en temporada alta (eso, si hay cupo). Importante: elegir Estación Santa Lucía en Venecia, No Estación Mestre que está 6 km más lejos.
6) Importante: Antes de chequear con las aerolíneas low cost debes tener impresas las tarjetas de embarque y controlar con la mayor exactitud el peso del equipaje contratado. De no hacerlo podrías pagar por exceso de peso más que por el pasaje, y hasta 5 euros por una fotocopia simple de la tarjeta de embarque. Si vas a viajar con más peso es recomendable comprar el exceso vía online, al momento de comprar el pasaje.
7) Barcelona. Los hoteles suelen ser muy caros en temporada alta. Reserva lo más pronto posible. Muy pronto solo quedarán las hostales de habitaciones compartidas con lockers y baños comunes. Nosotros tuvimos una pequeña habitación con baño privado, en un hotel en La Boquería. Excelente ubicación.
8) Ingresar a La Sagrada Familia puede poner a prueba la paciencia. Si quieres tener prioridad no te arriesgues a quedarte afuera y formar fila durante horas bajo un pesado sol. Compra tus entradas online con mucha anticipación. Los artículos de la tienda oficial, de ingreso libre, pueden ser costosos. En los alrededores se venden artículos relacionados con Gaudí y La Sagrada Familia a mejores precios. Tuvimos la suerte de encontrar un artista africano que confecciona joyas y las vende de forma ambulante, con diseños extraordinarios y materiales de buena calidad.
9) Granada. La Alhambra es uno de los monumentos más importantes de España. Reservé 4 meses antes la Entrada General, la más completa, que incluye Palacios Nazaríes. Tiene horarios exactos de ingreso. No se permiten cambios. Si no llegas a tiempo perderás el turno y el valor de la entrada. El boleto cuesta cerca de 15 euros (y los vale largamente). Debes ir temprano.
10) Málaga. En las terminales de buses y en los aeropuertos es muy práctico usar el servicio de guardianía de equipaje. Por ejemplo, en la Terminal de Málaga dejamos nuestras maletas de cabina, después de comprar dos fichas de a cinco euros para los lockers. Eso evitó que anduviéramos cargándolas mientras caminábamos la ciudad.
11) Praga. El Golden City Garni es un hotel restaurado. Está ubicado en el Barrio Zizkov, Praga 3, cerca del centro histórico, en Táboritská 3, y también cerca de la Estación Praha Hl.n. Muy cómodo, excelente atención, tranquilo, limpio y a pocos metros del paradero del autobús y tranvía. Buen servicio de enlace con el aeropuerto Prague Ruzyne (aproximadamente 25 euros, previa solicitud).
Importante: llega con tiempo a las estaciones principales del tren. Por ejemplo, la Estación Praha Hl.n. es muy grande y puedes tener problemas para ubicar las puertas de embarque. La información está en su mayoría en idioma checo y en las casetas de orientación los empleados no son muy amables ni minuciosos para dar detalles. Yo tuve la suerte de que el empleado de la casa de cambios WU fue muy amable y conocía la información que yo estaba buscando. Precio del boleto ida y vuelta Praga-Dresde-Praga: 30 euros. Duración: alrededor de tres horas.
12) En Praga no se usa el Euro como moneda de uso corriente. La moneda es la Corona Checa (Kč). Todo se paga en Corona Checa (Kč). Hay que considerar dónde cambiar dinero. Es mejor cambiar solo un poco en el aeropuerto y lo demás en alguna casa de cambio, NO en la calle ni en los hoteles. Incluso en Casa de Cambio, preguntar primero si cobran comisión. Elige la que no cobre. Recomiendo la que me fue recomendada: Plaza Franz Kafka, esquina entre Kaprova y Maiselova, muy cerca de la Ciudad Vieja. La Corona Checa (Kč) se parece a varias monedas europeas, cuidado cuando recibes tu cambio.
13) Dresde. Ibis Dresden Zentrum es un hotel con buena relación calidad/precio (aproximadamente 70 euros la noche), desayuno buffet incluido, buena ubicación (cerca de la Estación y de Alstadt). Perfecto para una noche.
14) Turkish Airlines no nos defraudó. Teníamos información acerca de su alta calidad en la atención y servicios en el aeropuerto y a bordo, y los disfrutamos. Cada boleto Praga-Estambul costó aproximadamente 120 euros (one way) —comprando desde Lima con 4 meses de anticipación—, con derecho a equipaje de 23 kilos en bodega (aunque no lo usamos).
15) El shuttle de la empresa Havaist es una excelente alternativa para ir del (distante) Aeropuerto Internacional a Eminönü (a 500 metros de nuestro hotel en Sultanahmet) por 18 Liras Turcas (TL) (unos 3 dólares) por persona. 50 kilómetros de recorrido, casi una hora. Parten cada 40 minutos.
Datos: Caddesi (Cd) significa calle; Camii, mezquita. Lo vas a ver, necesitar y usar seguido. Los taxis oficiales en Estambul no son caros, pero hay que estar alertas para no ser sorprendidos.
16) En Turquía la moneda es la Lira Turca (TL). Un dólar equivale a casi seis TL. Hay Casas de Cambio y se puede cambiar sin problemas. Es recomendable no cambiar mucho dinero en el aeropuerto, pagan menos y, en lo posible, es mejor pagar con tarjeta de crédito.
17) En Estambul el comercio callejero es intenso. En el Gran Bazar y sus alrededores hay mercadería que vale la pena comprar y que no es costosa. Asimismo, en los barrios de Nuruosmaniye y Kumkapi hay barrios enteros con tiendas y negocios de ropa y calzado.
18) El comercio está en el ADN de los turcos. Van a querer venderte todo. Regatear es parte de su cultura, así que te darán un precio muy alto, esperando tu contraoferta. Toma precauciones al mostrar interés por algo. Te van a perseguir hasta cansarte. Algunos vendedores callejeros hablan español. No te entusiasmes por eso, no es tu familiar. Apenas entablas conversación te ofrecen el mundo. Y no te dejan tranquilo hasta que te lo venden.
19) Ingresar a las mezquitas exige cumplir las reglas: hombres y mujeres quitarse los zapatos; las mujeres cubrirse los hombros y el cabello. Es mejor llevar un velo (casi en cada esquina de Estambul se pueden comprar y los hay de todo precio), pero si no lo tienes, en la entrada te lo van a prestar (con lo que eso significa).
20) Si quieres contratar en el mismo punto una excursión o visita guiada, antes asegúrate que el guía sea oficial, certificado y/o recomendado por expertos viajeros. No es buena idea contratar al primer guía que se te cruce en el camino. Hay testimonios de experiencias fallidas. Nosotros no hemos contratado guías hasta hoy, pero quizá alguna vez necesitemos hacerlo.
21) Es necesario llevar un adaptador para enchufe en Europa y otro para Estambul. En Europa se usa del tipo C y en Estambul del tipo F (busca en internet las imágenes de cada tipo antes de comprar).
22) En estos tiempos es importante mantenerse conectado. Si tu compañía telefónica no te brinda paquete de datos itinerantes, es mejor que no contrates el servicio de roaming internacional. Es caro y no siempre funciona bien. En cualquier estación de tren o metro de Europa puedes comprar una SIM card o tarjeta SIM que te provea internet durante tu periplo. Hay varias opciones. Orange es una de ellas y puedes comprar, por ejemplo una de 30 euros, válida por 30 días en todo Europa (30 países), 3 (+5) GB, 4G.
Mira el video resumen de mi viaje:
DE: "CUADERNO DEAMBULANTE" Copyright © 2020 de Rogger Alzamora Quijano.
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