Escribe: Rogger Alzamora Quijano
El aquí y ahora tiende a confrontarnos permanentemente con la memoria, con el pasado. Y el pasado no perdona. Lo que somos, no fuimos ni lo seremos. La ilusión del hoy, que alimenta esa continuidad, no por aparentemente nítida debería convencernos. Ese alguien que parece estar aquí para decirnos lo que fuimos o somos, no existe. Los momentos más intensos de la vida se evaporan muy pronto, no importa cuánto los hayamos esperado, preparado, deseado. Cuando amamos no hay nada que nos pueda decir: yo amo; no hay ningún Yo; hay amor. Cuando después decimos: yo amé, en realidad estamos usurpando una experiencia que ya escapó. Cuando decimos fui feliz es porque ya no lo somos o al menos, no lo somos tanto. Cuando somos verdaderamente felices no hay portavoz que nos diga que lo estamos siendo.
Nos transformamos, mutamos, pero sin percatarnos hasta después, o nunca. Hasta que nos apremie el recuerdo de una sensación que ya no podemos tener. Que sabemos que nos pasó, que la tuvimos, que la vivimos, pero que solamente podemos recordar.
¡Cómo nos gustaría poder palpar otra vez nuestros más gratos recuerdos!: el roce de una piel, el cataclismo tras una mirada, el sabor de un beso. No es posible. Lo único que nos queda es la memoria. Ya el tiempo pasó, como entonces que se hizo esperar tanto para durar un instante y desaparecer.
¿Cuál es nuestra materia prima más valiosa? La memoria.
¿De qué estamos hechos? De recuerdos.
Derechos Reservados Copyright 2001 de Rogger Alzamora Quijano
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domingo, 31 de agosto de 2008
viernes, 29 de agosto de 2008
TARDE...
Escribe: Rogger Alzamora Quijano
No sé por qué hay tardes como esta, que no encandilan, que no seducen, que no sirven para nada. Quiero escuchar música y no sé cuál. Quiero sentarme y escribir, pero no logro alzar vuelo.
Son las tres de la tarde y he pensado irme a mi cama como si ya fuese de noche. Hacer cuenta de que ya cené, calzarme las pantuflas y cepillarme los dientes. Click al televisor y ver alguna cosa donde no falte sangre, sexo, ni traición. Pero ni eso. Mis perros me miran y reclaman su paseo diario. Ya regresé de hacer una consultoría y no me fue bien tampoco en eso. Fue muy fácil. Me dejó un vacío en la boca. Quería darle más intensidad, pero nada más había por hacer.
Vivir solo no es malo, ya conocí la soledad. Hoy parece ser lo peor. Me siento con la urgencia de salir de acá. Ni el Rulfo que siempre me entretiene da hoy luces a mi vida. Veo mis cuadros. Tal vez empezar otro, pero ¿qué pintaría?
Ella se fue.
Y no volverá.
Me dijo que me adora, pero no me aguanta. Que soy lo que toda mujer quisiera tener, pero que es imposible vivir conmigo. Yo lo sé mejor que nadie.
Recogió sus cosas. Me pidió que la ayudara, y lo hice. Sabía que lloraba y lloré también. No quise retenerla, porque no. Sentí que debía dejarla ir. Se llevó la suave tempestad de su Chanel No. 5, el desorden que trajo como su sello propio. Se llevó los secretos que aplicaba en sus comidas. Se llevó sus ojos. Le hice adiós con ambas manos, para esconder mis temblores. Le di un beso directo al cuello y ella se sonrojó como si lo supiera.
No era justo hacerla quedar, sólo para disimular que sólo yo puedo vivir conmigo.
DE: EL JUEGO DE LA VIDA Derechos Reservados Copyright © 2005 Rogger Alzamora Quijano
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