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domingo, 2 de junio de 2013
LAGO NEGRO
Por segunda vez estaba en ese pueblo, en la sierra del Perú, pequeño, hermoso, casi vacío de gentes pero lleno de cultura e historia. Una semana antes, mientras revisaba el periódico, mis ojos se detuvieron en una crónica acerca del mismo Lago Negro que allí conocí.
Entre el pueblo y la montaña hay apenas un par de kilómetros. Tal vez un poco más. La cuesta no es pronunciada. Saliendo por el lado oeste de la ciudad uno se topa con el Lago Negro, junto al camposanto. Es un lugar solitario, donde el aire frío sopla inclemente en toda época, según me dijeron. Un lugar donde ni en su cenit el sol logra calentar.
La crónica cuenta que una princesa y un modesto amauta caminaron hasta la cumbre de la montaña para aprovechar la que quizá sería la única oportunidad. Con la complicidad del sol, el viento, las montañas y los apus, decidieron unirse en unas nupcias originales y sinceras. Aquella brillante mañana, la princesa olvidó su solitaria vida -de rígida disciplina establecida por su padre, el severo curaca. Habló de sus sueños, tan modestos como los de una doncella: amar, tener hijos, ser feliz. Y se casaron solo para corroborar la supremacía del sentimiento, más que como un vano ritual. Algo muy suyo, algo que significaría la celebración de un amor único, total y definitivo. Hicieron sus alianzas con los ichus frescos de la puna y brindaron con agua de la lluvia empozada en la roca. Luego treparon hasta la luna mientras descubrían allá, sobre la línea del poniente, un futuro de preciosos colores y esperanzas. Se juraron fidelidad hasta la muerte.
Sin embargo, un día en que la espera infructuosa la aplastó hasta la soledad, la princesa aceptó un marido. Se casaron. Olvidó sus promesas, por la realidad y la cercanía.
Cuando se enteró, el amauta resistió inquebrantable el desaire.
Mucho tiempo después, la princesa y el amauta se encontraron junto al Lago Negro. Según el cronista, allí fueron vistos por última vez. Y mientras se miraban a los ojos, de pronto desaparecieron.
No se supo más de ellos. El escándalo cundió, como es de suponer en un pueblo pequeño. Y aunque el furioso marido de la princesa usó todo su poder, jamás logró hallar evidencias. Poco tiempo después moriría sin haber saciado su venganza.
Recoge el cronista que el Lago Negro se tragó a los amantes y de inmediato oscureció sus aguas transparentes, para que en sus profundidades pudieran los amantes cumplir su promesa sin obstáculos. No faltan los que aseguran que por las noches se escuchan risas y voces de niños, en constante celebración y boato.
El Lago Negro es el mundo de los amantes, que en vida no lograron realizar sus sueños.
DE: EL JUEGO DE LA VIDA © 2013 Rogger Alzamora Quijano
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Como todo lo real-maravilloso quedan mil y un preguntas. Yo tratar de responder las mias. Tu narracion debia alegrarme? Pues me entristecio. El final es solo un premio consuelo. El mas alla es una quimera. Aqui estan el cielo y el infierno. De todos modos lo he pasado bien ejercitando mi imaginacion y mi protesta.
ResponderEliminarQué original el comentario anterior. Hombre, es obvio que cada uno debe responder sus preguntas!
ResponderEliminarJ.P.M.
El Lago Negro es la esperanza última, entonces. Original la trama del vasallo y la princesa. Ahora tengo un sueño más que alimentar.
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