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viernes, 30 de julio de 2010
¿QUIÉN ESCRIBIÓ ESTA CARTA?
Escribe: Rogger Alzamora Quijano
Ella vivió en mi casa. Se la había alquilado a principios de los noventa. Cuatro años después se fue con rumbo desconocido, dejándome encargadas las llaves.
Cuando entré en la casa, dos meses después, encontré todo en aparente orden, excepto el polvo que no perdona el abandono. Mientras limpiaba mis libros, me di con una carta que ella había recibido de su amado. Eso sirvió para explicar la repentina huida.
Para quien se crea con derecho a reclamarla, la carta dice:
Angélica:
Esta tarde, después de haberte visto tan cerca, mi alma encallecida por el tormento me obligó a recordarte de nuevo. Como me temí, los recuerdos no vienen en vano, siempre suelen reclamar algo. En este caso me obligan a escribirte, aunque sólo termine diciéndote lo obvio. En todo caso, podrá también ser un intento por rescatarme del pasado y enfrentarme a mí mismo.
Mi joven amor por ti fue siempre mayor que mi orgullo. Las mil veces que me supe engañado, de antemano ya te había absuelto. Nunca me arrepentí por ello. Nebulizaba mi dolor, a despecho de quienes me ahogaban restregándome tu comportamiento.
Huir fue sólo una parte de tu plan. Lo que no entendiste fue que el amor pesa más que cualquier ambición. Una semana después de que me abandonaras, tomé mis cosas y me fui. Necesitaba otras calles, otro aire, otro sol para olvidar. Necesitaba estar lejos y no ver cómo te despellejaban ante mis ojos. Me fui sin mirar atrás, con la consigna de poner una considerable distancia entre mi pasado y yo. Al mismo tiempo, el hombre a quien hipotecaste mi devoción te daba la espalda apenas sabía de tu debilidad por los escarceos. Todos mis perdones no dieron talla para uno sólo de él, y te arrojó a la calle. La venganza del destino te condenó a un tormento mucho peor que el mío. De todo eso sólo queda la conclusión de que la desdicha se ensañó con ambos. Conmigo porque nunca pude conocer la felicidad, y contigo porque tienes que seguir cargando con tu propio nombre seguramente por mucho tiempo más.
Esta vez yo no tengo por qué perdonarte. Sólo te compadezco con las pocas fuerzas que tengo para hacerlo. Es un camino triste el de la compasión, lo sé. A pesar de eso, te ofrezco mi amor hasta hoy inconcluso. Quizá no sea el mismo de antes, sino uno extraviado en medio de la ensoñación, la nostalgia y la decepción.
Mi amor por ti es mi vida. Entonces, te ofrezco mi vida.
Absolutamente tuyo,
Mauricio
DE: CARTAS APÓCRIFAS (EL JUEGO DE LA VIDA) © 2009 Rogger Alzamora Quijano
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Aunque triste y definitiva la carta para Angélica, es una clara muestra de la acallada desesperación de el amado por el amor que se quedó en medio de las turbulencias de las decisiones de ambos, ya que para este final...si es que lo es, hubo un antecedente en el que ambos fueron participes. Ahora le corresponde a ella, cargar no sólo con el nombre propio sino con el de él. Porque después de la compasión viene la culpa, y esa es una terrible compañera.
ResponderEliminarA pesar de lo triste, me ha gustado mucho leerte.