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sábado, 7 de diciembre de 2019

SALIR DE LA RUTA



En ese entonces, el torpe gobierno velasquista estaba promoviendo la enésima colonización de la selva central.
Abrí mi mapa del Perú.

— Vamos a Satipo.
— ¿A Satipo?

Mi madre se detuvo. Allí comenzó el sueño y Satipo no importó más.
Fue mostrándome la línea imaginaria de Lima a Cuzco, de ahí a Machu Picchu, y terminó en una ciudad de Europa cuyas calles eran canales, los taxis eran góndolas y los taxistas gondoleros. Mi madre acudió a su colección de revistas pasadas de Life en Español, Vanidades, Cosmopolitan y Selecciones para sustentarse. Nos pasamos tres horas viendo fotos y notas de aquella ciudad.

Cinco años después el cáncer se llevó ese y todos sus demás sueños. Con diecisiete años, ese futuro inmediato sería para mí de necesidad y supervivencia. No hubo en mi agenda espacio para planes ni viajes. Cuando me casé, a falta de planes y presupuesto para un viaje costoso, sólo atiné a prometerle Venecia a mi flamante esposa.

Hoy, tras salir con mi mujer de la Estación de Santa Lucía y ver el Ponte degli Scalzi, no pude evitar decirle: No hay Venecia sin ti. Al mismo tiempo, sentí el abrazo de mi madre, su alivio, y su despedida.

Las nueve de la mañana. Un dubitativo gris mantenía a raya al sol. La icónica cúpula de Santa Maria della Salute me transportó hasta aquella noche, cuando a través de mi madre supe de Venecia. Después de cruzar el Ponte delle Guglie, ya con el soberano astro despabilado, fui tomando esta nota y oredenándola.

Cuando se viaja uno vive su propia experiencia, nunca la de otro. Caminamos, nos sentamos, degustamos, nos equivocamos y siempre aprendemos. Preferimos salir de la ruta porque viajar resume nuestra edad.

Nueve horas después, con el silencio como nuestro mayor tributo a sus creadores, genios de la construcción y la innovación, a sus artistas y a su rica historia, abordamos el tren, al tiempo que, también aliviados, decimos "adiós Venecia".




Derechos Reservados Copyright 2019 de Rogger Alzamora Quijano

jueves, 7 de noviembre de 2019

EL HAMBRE Y LA NECESIDAD



En el barrio de Miranda, estrecho, caótico y bullanguero, no hay calles, hay pasajes y recovecos que intimidan a los extraños y protegen a los propios. No hay alumbrado público. Han reventado a pedradas los focos. Es innecesaria la luz en un lugar como Miranda, sinónimo de lobreguez.

Turi, a quien conocemos hace mucho, es de aquí. La queremos. Es ya nuestra familia. Hace varios años llamó a la puerta rogando un trabajo, a cambio de comida. Le encargamos nuestro pequeño jardín. Nos contaba de La Flaca, una mítica mujer que cocinaba delicias.

Años más tarde Turi vio cómo empezamos a hundirnos. Aún así nos quiso, sin dinero, después sin comida. Cuando nos veía rascar la olla por unas pocas lentejas volvía hablarnos de La Flaca. No le hacíamos caso, quizá porque calculábamos que la desdicha se marcharía pronto. Hoy, literalmente muertos de hambre, le rogamos que nos trajera.

Hemos entrado por un ruinoso pasaje. Pepa me mira y musita su miedo. Yo la agarro fuerte. Sería peor si retrocedemos. La gente se mueve sigilosamente. Nos miran, nos calculan. Turi carraspea. Dos pasajes más, volteamos a la izquierda.

— Ahí está La Flaca- dice Turi.

Una mesa grande intercepta el paso. Dos bancas largas y dos cortas. Cuatro hombres comiendo ensimismados. Turi nos mira. Qué esperan, hay que sentarnos. Pepa duda otra vez. Tomo mi lugar junto al mecánico que come apurado. Pepa junto a mi, Turi a su derecha.

— Tres completos.

Turi alza la voz.

La Flaca es una mujer pequeña, huesuda, de ojos vivaces, con el extraño cariz a enfermedad. Pese a su complexión demacrada, tiene la mirada diáfana, el gesto animoso.

Gira la perilla y su pequeña cocina industrial ruge su fuego azul. La Flaca toma un plato, lo incrusta en una gran olla, y vierte el arroz en el wok aceitoso. Así comienza. Hace todo de memoria. Las papas fritas, la salchicha, los huevos desfilan en otra pequeña sartén. Luego mezcla. Cebolla china, kión, algo de una botella, otro poco de otra, una cucharadita de eso, otra de aquello.

Cinco minutos más tarde sirve. Tres gigantes platos de un revoltijo indescifrable. Sobre la mesa cinco frascos dispensadores. Turi sugiere: todas las cremas. Y nos da el ejemplo. Chorros de mostaza, ketchup, mayonesa, crema de rocoto, salsa tártara.

La primera cucharada, desata una simultánea reacción. Turi tenía razón. El aroma nos invade en plena fascinación. Pepa ya no me mira. Pepa es feliz. No recuerdo cuándo fue la última vez que la ví tan dichosa. Turi no cabe de contenta. Se ríe, conversa con uno, con otro. Conoce a todos, todos la conocen.



Fragmento extraído del libro: Y ENTONCES Derechos Reservados © 2020 de Rogger Alzamora Quijano

miércoles, 30 de octubre de 2019

SALSA ROJA Y VINO TINTO




Solía llegar con cuatro tomates rojos y brillantes. Su desfachatez me hacía refunfuñar, pero pasaba a último plano cuando la imaginaba enfrente de su plato. Entonces me transportaba a la inequívoca ciudad de la felicidad, donde todo se reducía a salsa roja, carne y fideos.

El camino había sido largo. Comencé buscando la boloñesa exacta para su paladar, a partir del mío. Más tomates, menos; más zanahorias, menos. Primero con, y después sin, tocino. Tiempo de cocción, intensidad del fuego y algo a lo que no iba a renunciar: la carne previamente hervida en leche —irrefutable consejo de mi abuela—.

Complacerla valió cada intento, cada hora invertida en probar, descartar y empezar de nuevo. Meses en los que tuve ganas de quemar mi delantal. Tirar al tacho la salsa, con olla y todo, y terminar invitándole al mejor restaurante de pastas del mundo.

Tres o cuatro porciones de espaguetis, medio sorbo de tinto. Ese era su ritual. Diez minutos después, dos sorbos de agua, y a caminar por cuarenta minutos al Parque La Cruz.

Desde que se fue, ya no hago espaguetis en salsa boloñesa, pero todavía puedo verla extasiada ante el humeante plato.



Fragmento extraído del libro: Y ENTONCES Derechos Reservados © 2020 de Rogger Alzamora Quijano

martes, 8 de octubre de 2019

PORQUE TODO PASA



Como un abril que se atascó en octubre
por una sinrazón entre música y olvido
que no debió suceder.
Entre piano y pedal que se necesitan y dependen.

El olor del azahar ha dejado su cariz a muerto.
Un paso más y se acabará el calendario.
Porque los calendarios están antes.
Antes que la vida, antes que la muerte.
Antes que la suerte.

Se derrumbará como hoy la luna.
Como cuando sentimos nuestras manos calientes
derritiéndose en la calle congelada.
Nos hemos aprisionado a voluntad
para luego abandonarnos.
Hemos tardado, pero al fin estamos aquí
frente a la patraña de la despedida.

El vidrio se enturbia ante tu desvencijado
rostro. Ya no estoy.
Me había ido hace mucho tiempo.

Dice el vals que las despedidas son muy tristes.
Mientras el guardia inquiere sin convicción,
yo respondo algo o nada,
parado sobre el sofisma que inventé para hoy.

Como la más vasta historia pasa.
Como tú, que te volviste mortal.
Como tus cabellos sobre la almohada
ya no están.
Pasaron.

Como gotas de mercurio,
tus ojos lo horadan todo.
Tu magnífica mirada y tus besos.
Pasa.

Tu desvencijado rostro se evapora
tras el vidrio en el aeropuerto.
Y el mío, borrado y ausente,
también ha pasado ya.

Tu mano deja dedos de agua.
No logro decirte que no me esperes.
Que te mentí.
Que no regresaré.
Que mi promesa pasó
por la misma puerta que la tuya.
Pronto la cuadriga nos destazará y esparcirá.
Y como dos perfectos hipócritas regresaremos a la escena del crimen,
con canciones, colores, vinos, frío, soledades y miedos.

Mas, ya la vida habrá terminado,
como aquel abril que se atascó en octubre
por alguna sinrazón que el destino.
Como aquel piano irremediablemente arrancado de su pedal.

Así va pasando la muerte
cuando te hago adiós blandiendo conmiseración
que parece dolor.

Así pasará, y cuando regreses a tu casa
arrancarás cada trozo de nosotros
y no tendrás tiempo de culparte
para empezar de nuevo.

Habrá pasado la suerte
y no tardará en regresar.

Quedarán impagas nuestras deudas, sin rencor.

Trastabillando, como almas en pena,
pasaremos,
porque todo pasa.
Hasta que pase la muerte.
Porque todo pasa.


Derechos Reservados Copyright 2019 de Rogger Alzamora Quijano

miércoles, 14 de agosto de 2019

LA TRAICIÓN



A veces despierto dudando.
Abro los ojos y estiro la mano sobre una espalda.
Estoy tan cerca de tocarla.
Y me asalta el miedo. Quizá no seas tú.

Vuelvo al sueño.
Reincidente y breve.
A rozar nuestros pies calientes,
a jugar a las batallas.
A las fotos borradas.
A tus cartas quemadas.
A los museos gratuitos,
a retozar al césped
mientras contamos los aviones.

Volar adonde no fuimos,
criar los hijos que no tenemos,
casarnos ante la envidia general.
Eso solo sucede en los sueños.
Porque ya hemos muerto
y no quedan vestigios.

Cuesta huir de la cárcel de los sueños,
mas el infortunio no es completo.
Vuelvo a soñarte, vuelves a soñarme,
nadie puede evitarlo.
Es un sueño.
Imposible, vano y nuestro.

Donde el café no enfría, el vino no acaba y el amor gana.
Donde hay futuro bajo el tierno sol andino.
Donde las serenatas y la lluvia coexisten.
Donde podemos vencer la nieve de tu invierno
y el infierno grande de nuestro pueblo chico.
Donde la traición muere con el despertar.




Derechos Reservados 2019 de Rogger Alzamora Quijano

domingo, 28 de julio de 2019

AIJINO EN GRANADA




Escribe: Rogger Alzamora Quijano

A juzgar por el gentío la noche apenas comienza. Son las diez. Bares, restaurantes de tapas, pizzerías, comida rápida ofrecen atención en plena calle. Veintisiete grados con una suave brisa nos acompañan hasta llegar a nuestro hotel en Plaza de los Campos. Granada es una ciudad alegre, amigable, llena de luces y flores por doquier. La tierra de Federico García Lorca nos recibe con la misma algarabía que provoca en nosotros.

Al día siguiente despertamos temprano. Nos gusta descubrir el entorno. Al rodear la plazoleta de enfrente, descubrimos un palacio almohade en el antiguo barrio de Rabad alFajjarin. La edificación a primera vista no dice mucho, pero no tarda en seducirnos: se trata del Cuarto Real de Santo Domingo, junto a la Huerta Grande de Almanxarra. Destaca en especial su glamorosa qubba. Salimos de ahí sin dejar de elogiar aquella preciosa muestra de arte. Mientras caminamos hacia el hotel, por Palo Seco de Lucena y Cuesta del Pescado, desembocamos en una callecita que con su estrechez derrota el sopor de treinta y tantos grados a la sombra. Sobre mi cabeza puedo leer el nombre: Cuesta de Aixa. Me sobrecoge la evocación de mi origen. “Un aixino en la Cuesta de Aixa” pienso, mitad ironía, mitad sorpresa.

Por la tarde salimos a recorrer la ciudad, vadeando el Genil, después el Darro. Una larguísima caminata que nos quita todo rastro de cansancio, aunque solo hasta arribar a la habitación, donde llegamos apenas para hundirnos sobre la almohada. El nombre de mi pequeño pueblo, Aija, a diez mil kilómetros de ahí, no deja de dar vueltas antes de perderme en la nebulosa.

Siguiente día: tras desayunar, enfilamos hacia La Alhambra. Nos encontramos en el trayecto un grupo de argentinos que nos recomienda tomar un bus por ahí cerca, para evitar el calor que empieza a castigarnos duramente. Damos las gracias por la sugerencia, seguros de que caminar esas calles será invaluable. Y lo es. Tiene mucho de mi lejana Aija, sinónimo de armonía, un poema al disfrute.

Pronto nos invadirán nuevos cielos: el Palacio de los Nazaríes, La Torre de la Cautiva, El Patios de los Leones, El Generalife, El Baño de la Mezquita. Todo eso nos ha traído hasta este sueño largamente planificado en nuestra casa limeña.

LA SULTANA

A'isha Bint Muhammad ibn al-Ahmar era el nombre de la Sultana de Granada. Solían llamarla Aixa al-Horra (en castellano La honesta o La honrada). Descendiente directa del Emir Muhammad ibn Yúsuf Ibn Nasr (Muhammad Al-Ahmar), fundador y primer Rey Nazarí de Granada (1238-1273); hija de Muhammed IX “El Zurdo”, Rey de Granada por 30 años entre 1419 y 1454. A'isha o Aixa es un enigma histórico por obvias razones —la mujer árabe musulmana debía guardar una conducta dependiente del marido o de un tutor masculino—. No obstante, se cuenta con escasos pero confiables datos acerca de ella. En tiempos del Reino Nazarí de Granada la sumisión femenina era irrefutable mandato, aún tratándose de una sultana. Aixa desafió eso destacando por su naturaleza rebelde, decidida, independiente, habilidad política y hasta militar. Tal vez por ello la historiografía árabe medieval —y también la castellana— consigna mezquina información de Aixa. Eso se repite todavía hasta el siglo XIX cuando Castro y Orozco, Zorrilla y Moral, Cavanillas y otros empiezan a cambiar la tendencia.
Tras hurgar cuanto papel llegó a mis manos, concluí que A’isha , Aixa o Aija, era una noble granadina de gran riqueza (eran suyos el Palacio Dar al-Horra y para su recreo el Alcazar Genil, además de otras propiedades*). Eso explicaría su comportamiento independiente y altivo. Como descendiente directa de reyes, Aija hizo prevalecer su importancia e influencia en la historia de Al-Ándalus.

Aija, primera y legítima esposa del Sultán Abu I-Hassan Ali, Mulay Hasan (Muley Hacén para los castellanos). El matrimonio real dio tres hijos, dos varones: Abu Abd Allah Muhammad, Muhammad XI o Boabdil, El Chico, para los castellanos) y Abbu I Hayyay Yusuf; y una niña llamada Aixa, como su madre. Veinte años de armonioso matrimonio terminaron cuando el sultán Muley Hacén se fijó en la joven y bella cristiana Isabel de Solís, hija de Sancho Jiménez de Solís, Comendador de Martos, secuestrada por los soldados de Muley Hacén durante la toma de Béznar, que habría de ser confinada en la llamada Torre de la Cautiva. Poco tiempo después y a causa del deslumbramiento del Muley Hacén, Isabel sería trasladada hacia el harem habitado por concubinas y mujeres a su servicio. Pronto la joven Isabel haría añicos la resistencia del soberano, cuando decidió cambiarse de nombre con el fin de congraciarse con él. En adelante se llamaría Zorayda o Soraya —en árabe Estrella del alba, o Lucero de la mañana—, y convertirse al Islam. De secuestrada pasó a esposa, destronando así a la Sultana Aija y poniendo en serio riesgo la sucesión del trono, por derecho destinado a su hijo Boabdil. Ante la fascinación de viejo Muley Hacén por su nueva esposa, era previsible que Zorayda presionara al sultán para que sus hijos Saad y Nasr fuesen sus sucesores. Aija lo sospechó y juró no permitirlo. El tiempo premiaría su persistencia. Anécdota: a la muerte del destronado rey Muley Hacén en Mondújar, Zorayda retomaría su cristianismo y su anterior nombre, Isabel, y bautizaría a sus hijos con nombres también cristianos: Nasr por Juan de Granada y Saad por Fernando de Granada.

Los conflictos —buena parte de ellos azuzados por Aixa con el fin de recuperar para su hijo Boabdil la sucesión del trono— provocaron el cisma del reinado Nazarí de Granada y su inevitable caída en manos de los Reyes Católicos Isabel y Fernando. Aixa defendió con uñas y dientes la sucesión de Boabdil, aunque para ello tuvo que establecer una coalición con los abencerrajes, enemigos de Muley Hacén, El Zagal y los zegríes. Ello ocurriría en Guadix. Luego, tras ser derrotado por los Reyes Católicos, quienes pescaron a río revuelto, Boabdil sería tomado prisionero. Otra vez Aija tomaría decisivo protagonismo, al negociar la liberación de su hijo y una digna entrega de las llaves de Granada a los vencedores. Lo dicho, Aija fue columna de la resistencia y artífice de una honrosa retirada tras la capitulación, negociación que hasta hoy se le reconoce. No se sabe con certeza dónde y cómo murió Aija tras dejar La Alhambra y Granada, el 2 de enero de 1492. Se presume que fue en Fez, Marruecos. Mas, no cabe duda que históricamente la sultana Aija destaca por su inteligencia, tenacidad, valentía y decisión.
Hay poca documentación gráfica de Aija. Sin embargo, Manuel Gómez Moreno nos deja una pista en su óleo "Salida de la familia de Boabdil de la Alhambra". Mujer decisiva en aquellos tiempos, se tejen versiones contradictorias acerca del rostro de Aija. Unos dicen que era ahombrada y cuasi viril, fea y de voz gruesa; intrigante, rencorosa y dura. Otros sustentan que era bella, de orgullo sin par, de visible alcurnia y distinción, corazón de leona, de inquebrantable carácter y segura de su raigambre. En cualquier caso es denominador común su fuerte personalidad y decisión (haré un ejercicio casual —y algo superficial también—: Un rey musulmán, poderoso y dueño de numeroso harem, no desposaría por veinte años a una mujer fea y de aspecto viril, así fuese hija de reyes).
Aija nos legó una apasionante, célebre y fascinante vida.

Días después, rumbo al aeropuerto voy detestando la tiranía del tiempo. Ningún plazo es suficiente cuando se busca historia y raíces. A cada instante se abren puertas, unas llevan a un cuarto sin salida, otras ofrecen más puertas y más intriga.
Aunque mi deseo es regresar, después de este viaje a Andalucía siento que estoy llevando buena parte de lo que vine a buscar. No es insensato deducir que Aija, nuestra sultana rebelde, fuese inspiración de personajes de la época y de las siguientes generaciones. Transcurridos casi seiscientos años de su gesta, persiste y hasta crece la fascinación por saber más de ella.

DE AIJA / AIXA COMO TOPÓNIMO

Tengo presente que la toponimia es, muchas veces, una disciplina confusa que se presta para la discrepancia. No soy un lego en la materia, mi interés nace de las dudas y cuestionamientos que han abonado mi curiosidad de toda la vida por encontrarle sentido al nombre de mi pueblo.
Dicho esto y después de ir a por mi deliciosa búsqueda en Granada, sur de la vieja Al-Ándalus الأندلس, de los rastros de la sultana A’isha, Aixa o Aija que, insisto, la conectan con el origen del nombre de mi pueblo andino peruano llamado AIJA, no voy a añadir mucho. Según cita Solís Fonseca acerca de algunos fundamentos para nombrar ciudades:

“Las clases de motivos toponímicos se emplearán:
A) Motivos ideales
- Personajes históricos
- Sucesos históricos

B) Motivos Reales:
- Configuración geográfica o relieve
- Propiedades físicas del terreno
- Características ambientales (cromatismo, etc)
- Recursos: zoológicos, botánicos, hidrológicos, etc. “


REFERENCIAS

“Reina Çittihaxa (Sayyida Aixa), madre del rey Muley Baddali (Mawlâ-nâ Abu 'Abd Allâh, Boabdil), señora reine, la buena, la limpia,  la nonbrada, la escoxida, la alta, la cumplida, nuestra señora Haxa (Aixa), hija de nuestro señor el rey, el poderoso, el alto, el nombrado, el magnífico hijo de nuestro señor el rey, el alto, el poderoso hijo de Nasr (Muhammad (X o IX) el Zurdo)”.
Cita textual del documento, traducido del árabe al castellano, de la compraventa de la Alquería de Cijuela, una de las propiedades de Aixa en favor de Francisco de Bobadilla del 11 de septiembre de 1492.

** "Mediaron algunas contestaciones acerca del ceremonial con que los reyes debían tratar a Boabdil y a los individuos de su familia en el acto de la entrega. Aixa, altiva y de ánimo alentao aun en las ocasiones más adversas, hizo entender a Aben Comixa que como sultana madre no consentía que su hijo se sometiese a la humilde etiqueta de besar la mano de sus vencedores, y que si no se modificaba esta parte del ceremonial, pondría en acción los medios de prolongar una resistencia que escusaso tales afrentas."

Preámbulo y Protocolo en la entrega de las llaves del Reino de Granada por Boabdil a los reyes Católicos Fernando e Isabel. Testigo, el Cardenal D. Pedro Gonzáles de Mendoza.

PERSONAJES RELACIONADOS

Francisco Bermúdez de Pedraza
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Miguel Lafuente Alcántara
Nubdat al-‘Asr (autor desconocido)
Instituto Valencia de Don Juan
Instituto Felipe Solís
Gustavo Solís Fonseca
“Historia del Abencerraje y la hermosa Jarifa” - Autor desconocido
“Isabel” - Serie de televisión
Alicia Borrachero
Imperio Argentina “La canción de Aixa”
“Réquiem por Granada” - Serie de televisión
Delia Boccardo


Nota adicional del autor.-

En el Sultanato de Omán, costa oriental de la península arábiga, muy cerca de Arabia Saudita, Emiratos Árabes y Yemen, enfrente de Sur (Şūr o صور) se encuentra Aija (o Al Ayjah). Dice National Geografic al respecto: “At the town of Sur, on Oman’s northeast coast, you can soak up the view across the creek to Aija, a village of low, pastel-colored dwellings and ornate merchants’ houses surrounded by rocky beaches. Fishermen’s dhows bob on the water and several small boatyards still build these traditional sailboats. Planning: Sur is about 90 miles along the coast from Muscat. The view is best at high tide.
El trayecto en Sur y Aija (Sur to Aija) en Omán se encuentra entre las 10 mejores recomendaciones de National Geografic Travel (Top 10 Ocean Views). Un trayecto cotidianamente realizado en Ferry. Aija es un pueblo blanco. Google Sites consigna el mismo enlace de National Geographic Travel para su catálogo.

La página hispana de viajes Mundo Amigo dice:
El pequeño barrio de Aïja ofrece con marea alta una rada encantadora con sus cerca de mil barcos bañados con el color rosáceo del sol del ocaso: lugar de pescadores y de astilleros (la mayoría de los trabajadores son indios), que todavía construye dhows, baghalas y ghanjas, embarcaciones características de la zona. Ras al-Hadd es el promontorio que se encuentra en el extremo oriental de la península arábiga, cerca de veinte mil tortugas verdes cada año vienen a desovar a estas playas que llegan hasta Ras al-Junaïz.

Lawrence G. Potter comenta de Aija y la región en su libro: “The Persian Gulf in History¨ (Palgrave Macmillan US, 18 dic. 2014 - 393 páginas) como una tribu que habitaba al otro lado del charco, enfrente de Sur (صور).
(Pág. 177).

El territorio de Omán aparece mencionado en una tableta grabada en la esfinge en Gizeh, Egipto, hacia el año 1530 a. C.
Un dato curioso: En Omán hay un pueblo tradicional llamado Al Hambra. Suena como Alhambra, el Alhambra de Al Andalus, nuestro consabido reino Nazarí de la Sultana Aija.

Enlaces relacionados:
https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/oman-arabia-mas-fascinante_11552/8
https://www.elmundoatuspies.es/2016/08/ayjah-un-pueblo-blanco-en-la-costa-de.html
https://www.nationalgeographic.com/travel/top-10/ocean-views/
https://sites.google.com/site/operationdominic/ocean-views
https://www.tribuna.com.mx/El-top-de-las-mejores-10-vistas-al-mar-en-el-mundo-t201808050001.html
https://losviajesdeali.com/ruta-mascate-sur/

CRÉDITOS:
Fotos: Cuesta de Aixa - Granada, foto del autor, Junio, Julio de 2019.
"Salida de la familia de Boabdil de la Alhambra" - Óleo de Manuel Gómez Moreno, año 1880. En ella se puede apreciar a la orgullosa sultana Aixa.


DE: CUADERNO DEAMBULANTE Derechos Reservados © 2019 de Rogger Alzamora Quijano

jueves, 27 de junio de 2019

FUNDACIÓN DEL FUTURO


Estambul al caer la tarde



Mientras bebemos, el crepúsculo va trazando cárdenos tonos sobre las colinas del viejo Sarayburnu.
Amor mío, las gaviotas han levantado vuelo hacia el inobjetable azul del Mármara, y en mis manos atestadas de ti, siento el gozo de un pan en vasta estrechez.
Vinimos a dejar tu juventud opacada por mis desatinos, los mares de soledad que no merecimos, las almohadas vacías, mis culpas que dolorosamente debemos tragar cada día.
Vinimos a matar y renacer en esta milenaria colina de Bizas. Vinimos a tapizarnos de caricias esmeralda, a arroparnos de besos.
Es el verano. Algunas gasas de humo se levantan sobre las mesas. Los parroquianos se sumergen en ellas mientras ríen como nosotros. Estambul hierve más con el devenir que con los 33 grados.
El amable Ahmed insiste en hacernos una foto. Hay miles como tú y yo, y sin embargo la Istiklal domina. Aquí donde casi nadie habla nuestro idioma, donde no nos conocen, donde nunca habíamos soñado dormir ni comer, perdonar ni trascender.
Vinimos para, entre los amables bizantinos, recuperar la fe.
Vinimos a matar mi pasado y fundar nuestro futuro.



Derechos Reservados 2019 de Rogger Alzamora Quijano

lunes, 10 de junio de 2019

SOLEDAD



En aquél entonces, mediodía de la adolescencia, como quien se topa con un bebedero en plena estepa, te vi. Tus lentes, tu figura delgada y desvalida, entre la lectura de periódicos en el quiosco, mi desayuno callejero y la llegada del autobús.

Para dos seres difusos como nosotros, el miedo y la premura son dos venenos con ningún antídoto. Tenía que matarnos y lo hizo. Cierta mañana, un muchacho irrumpió en nuestro paradero. No le dimos importancia. Parecía un nosequién, aturdido, desprotegido. Le hablamos por conmiseración y hasta le invitamos una quinua con manzana y dos panes con tortilla. Se dejó auscultar con naturalidad. Era, en efecto, un perro apaleado.

Un miércoles no llegaste. Pensé que habías atrapado una gripe, como la mayoría de limeños en otoño. Te esperé en vano, casi hasta desfallecer, mientras veía cómo una y otra vez llegaban y se iban los autobús. Era yo el perro apaleado.

Meses después los vi a ambos, en un concierto a beneficio. De pronto se hizo silencio y conocí la soledad. Dijiste un lacónico hola, con una voz que trasuntó mi piel y congeló mis huesos. Él me hizo adiós con la mano. Respondí como pude. Clavado en el piso, mientras todos saltaban y coreaban las canciones, intenté convencerme de que no me debías nada. De reojo podía verte, extasiada o expropiada, no sé.

Logré evadir la curiosidad de mi madre por saber qué mosca me había picado. Después, tuve que lamer tu desplante hasta sangrar. Al fin, me acepté con toda mi carga de estupidez. Perdí el miedo y la necesidad. Me hice tributario del silencio, de esta lóbrega rutina que desde entonces cuido. Amo esta robusta precariedad.



Derechos Reservados 2019 de Rogger Alzamora Quijano

domingo, 19 de mayo de 2019

LA BICICLETA



Llegó.
Se apeó.
Rebuscó en los alrededores.
Más allá había una palmera joven, de frondosa y verde cabellera. Tras la palmera una pared azul desportillada. Yo ya estaba ahí. Sentí el golpe seco de sus ojos, pero conservé la calma.

Al salir de mi casa estaba alborozado. No podía creer que me llamara. No podía creer que me dijera que debemos arreglarnos. No esperaba que fuese a torcer su mano para llamarme.

Nos habíamos conocido un día de fiesta hace no sé cuántos siglos. Transitamos la felicidad más deliciosa y breve, donde las frutas de su boca siempre fueron del color de te amo como nunca amaré a nadie.
Y le creí. Y le creo. Y me creo cuando le creo.

Ahora estábamos en cero.

Huidiza. Con una mano intentaba conciliar. Con la otra, cavaba entre nosotros una insalvable barricada.
Éramos como dos cuadros en blanco sobre aquella pared azul.

Su voz retumbó otra vez, sobre la escasa esperanza. No pude hacer nada. No tuve respuesta. No me dio tiempo.
Me tragué la última luz. Empezamos a morir velozmente, como si nuestro sol se fuese quedando sin batería.
No hice nada. No quise.

Algunos segundos después, la vi alejarse en su bicicleta.




Fragmento extraído del libro: Y ENTONCES Derechos Reservados © 2020 de Rogger Alzamora Quijano

domingo, 21 de abril de 2019

SER, ESTAR Y EXISTIR



Ser un poco, un pedazo, un brazo o una pierna, un gramo de sus corazones, un cabello de sus sienes. Estar en la puerta de sus sensaciones cuando entraban en trance. En la brisa de sus canciones, en las yemas de sus dedos cuando mezclaban el color o dibujaban la palabra. Estar en la hora cumbre, donde los versos, el pincel o las notas, nacían entre sollozos. En las habitaciones donde se cuecen las historias, en la mesa donde nacen y mueren sus cartas, donde humean los cafés y los paraísos, donde emergen los cólicos de sus poemas.

Ser sus camisas y zapatos, el vaso de sus baratos rones, sus cigarrillos moribundos. Sus cenizas. Estar durante el portento de sincronías de letras y melodías. Ser otro, varios otros, muchos otros.
Existir ante Chelsea Hotel #2, sin llegar hasta Popular Problems.
Después de los treinta y seis quince, año setenta y cuatro, en Carosello de Milán. Respirar exhausto y complacido ante la pampa de la libertad y tras los movimientos de ocho memorables canciones.

Un bajo para Enrique Delgado, un morochuco para Oscar Avilés. Como Phelps, como Jordan, como Rivera, como Da Vinci. Una pizca de Jackson, un pelo de De Sica, un ojo de Brando, el índice de Miles Davies, una mano de Paco de Lucía, una pena del Cholo Berrocal y otra de Arguedas. El piano de Mozart, Beethoven o Baremoboim. El bandoneón de Piazzolla, de Juancho Rois, el saxo de Paquito. De Uña Ramos a Waskar Amaru. De Gaudi a Miguel Angel. De Vallejo a Gabo una letra de Borges y de Rulfo. Un trozo de Lavoe y uno de Blades.

Y dos acordes de El Cóndor Pasa.
Y dos líneas Alturas de Machu Picchu.
Y dos minutos con Lucha Reyes.
Ser otro, varios otros, muchos otros. Todo eso y todos ellos.
Pero nada como ser lo que soy.
Nada como estar contigo.
Nada como existir.


Derechos Reservados 2019 de Rogger Alzamora Quijano

martes, 16 de abril de 2019

LA BILLA DE ACERO (Fragmento)




Quería ser mi amigo en Facebook.

Vi su foto del perfil. Veinte años después había cambiado mucho. No pasaba desapercibida su nariz, grotescamente magullada, pero su expresión anodina seguía intacta. Me quedé mirándolo en la pantalla, ahora se llamaba Mauricio. Volví hasta aquella tarde de sábado, cuando el seis a cero que hasta hoy me lo reprocha Cory.

En aquél entonces lo llamábamos Pillo. Tenía trece años, un año más que yo. Era menudo, flaco, desaliñado, vivaz. Un maestro jugando a las canicas, y argolla, y ciria. Y cuanto juego se hubiese inventado. En el fulbito era, además de talentoso, un tipo malvado y mañoso. Así como te hacía presa de oprobiosas guachas, fintas y tacos, te pateaba soterradamente, te arañaba, te escupía, todo eso mientras te trabajaba a la boquilla.

Con diez años, Pillo era un viejo zorro de la vida. Podía estar todo el día sin comer, y ni hambre sentía. Todos íbamos y volvíamos de nuestras casas, pero él seguía allí, jugando y ganando. Tenía familia. Una familia donde él no cabía. La mamá lavaba ropa ajena en el río. La recuerdo: profundos ojos verdes agobiados por el cansancio, fuerte, alta, hermosa y silenciosa.

Mi madre me reprendía por llamarlo por su apodo y por juntarme con él "y los otros vagos". De todos modos, ella sentía compasión por Pillo. Cuando podía le invitaba algo: un bizcocho, un plátano, cualquier cosa. Él la miraba desconfiado, altanero, le recibía y se marchaba sin decir gracias.

Al caer la noche, vendía las canicas ganadas a los propios derrotados. Con ese dinero, iba a la tienda y se compraba una Coca Cola y lo que se le antojara.

Pillo tenía víctimas, no amigos. Yo le temía y admiraba, en igual proporción. Me ganó cientos de canicas de vidrio, pero nunca jamás mi billa de acero, reluciente, única y magnífica. No supo que existía. Ni él ni nadie. Yo la llevaba en mi bolsillo, la palpaba, sopesaba, acariciaba. Ya en mi casa, después de llegar de la escuela, la ponía sobre mi escritorio para admirar su brillo y distinción. Era mi riqueza y mi orgullo.

Aquella "tarde de sábado", nos reunimos para jugar un partido en el pampón del barrio. A falta de Windor, Pillo me ordenó ir al arco. Lo detesté por eso, pero era su equipo y fui a ubicarme bajo los tres palos.

La pelota iba y venía en una ajustada contienda. Pasada la media hora de juego, no se había movido el marcador. Fue entonces cuando, tras una volada que evitó el primer gol, me levanté envuelto en polvo. Requerí abundante agua para despejar mi vista, y cuando por fin pude ver, Pillo y tres más estaban en un extraño conciliábulo. Me miraban y sonreían. Intrigado, acudí. En las manos de Pillo relucía mi espléndida billa de acero.
Busqué mis bolsillos. No estaba.

—¡Es mía! grité.

Me miró con sorna.

Puso el balón en juego. Atónito, me quedé al borde del área. Lo seguí con la mirada, esperando a que también cayera para ir a por mi billa. Como es de suponer, llegaron los goles en mi desierta portería. Pillo no se daba por enterado. Impasible vio uno, dos, tres, cuatro goles. No era el mismo, desde que se apropió de mi billa. No me insultaba, como acostumbraba. Rehuía mi mirada. Ni pizca de rebeldía ante la derrota. Solo desdén y sarcasmo. Y desprecio. Y amenaza. Todo junto.

Entonces decidí atacarlo para recuperar mi billa por la fuerza. Cuando terminó el partido con un turbio seis a cero, corrí para sorprenderlo desprotegido. Lo logré. Nos revolvimos en el suelo. Y cuando creía que lograría meter mi mano en su bolsillo, sentí la avalancha de sus golpes. No necesitó más de dos minutos para reducirme y dejarme esparcido en medio de la cancha. Todos sabíamos cuán ducho era en la pelea. Hasta le había visto rematar a los caídos. A mí me dejó ahí, sin poder pararme. Se fue con los demás detrás, como sus súbditos.

Cory se enteró y, sin decirle a mamá, fue a asistirme, mientras me reprochaba mi osadía.

Salimos del pampón. Todavía ensangrentado, pude ver a Pillo parado en la esquina. No tuve miedo. Lo atacaría de nuevo. Pillo se adelantó con una expresión pacífica, desconocida en él.


—Te la juego.

Lo miré sin entender.

— Te la juego —volvió a decir—. Mi billa. Te la juego.

— Bien- dije.

Al fin y al cabo, era una oportunidad para recuperarla.

- ¿Y qué jugamos?- pregunté.

— Si yo pierdo te entrego la billa. Si pierdes tú, me llevo a tu hermana.



Le incrusté un puñetazo en la cara. Todos -me cuenta Cory- escucharon el inconfundible sonido de huesos rotos.

Más no recuerdo. Desperté en el hospital, con dos costillas fracturadas, algunos dientes movidos y los huevos hinchados de tanta patada que me dio en el suelo.

En fin, le he aceptado. Ya somos amigos en Facebook.



Derechos Reservados 2019 de Rogger Alzamora Quijano

viernes, 5 de abril de 2019

QUIZÁ



Quizá el viento que sacude tu pelo es el mismo que me atosiga.
Quizá estemos caminando bajo la misma lluvia
y no lo sepamos.
Quizá estemos cerca,
y en cualquier momento coincidamos.
O tal vez no.

La respuesta podría estar en las estrellas.
Una luz entre tu constelación y la mía.
Un trazo,
una línea corta entre nosotros.
Algún brillo que desbarate el desconcierto.

Quizá Ak, el ojo infinito
nos indique el rumbo de la esperanza.
Porque nada hay oculto para ella,
y nada a su luz se puede extraviar.

Quizá haya que esperar al alba de la sinrazón
y tengamos que perdernos
a pesar de la ilusión.
Entonces será vano el abrazo de Ra.
Entonces todo se habrá apagado para mí.
Entonces habré caído
de la espalda de Ovidio
para morir en los ríos del olvido.

Quizá nuestra proximidad sea solo una fiebre de nostalgia,
parecido a un cruel espejismo.



Derechos Reservados 2019 de Rogger Alzamora Quijano

miércoles, 27 de marzo de 2019

LA VIDA



Guardo enorme gratitud a las estupendas personas que llegaron a mi vida. Ellas se fueron dejándome, por lo general, buenas enseñanzas, momentos épicos, abrazos imperecederos.

Se quedan las que significan el premio que la vida me da (por razones que desconozco). Los cuatro seres que han salvado mi vida. A ellos les debo todo: mi ver, mi caminar. Pensar, recordar, conocer, olvidar. El haber descubierto y comprendido mi raíz, mi tallo, mis ramas, mi sombra.

Celebro poder transmitir lo que sé, a quienes necesitan y quieren saber. Me reconforta ser capaz de conmoverme ante el dolor. Solidarizarme en la práctica, nunca con el discurso. Poder atar mi experiencia con cualquier historia y cualquier persona, porque toda vida se repite en los demás. Vivimos lo que antes otros han vivido ya.

Duermo tranquilo, y cuando quiero desvelarme lo hago gratificado por el insomnio, a veces para ver una película, para escuchar música o sentarme a fumar leyendo ante el fresco de la madrugada. Ver la primera luz, renovar mis promesas, recobrar el vuelo de mi espíritu. Beber un café, crear y deshacer. Planificar, soñar, esperar y perder, a cada instante.

Ya no me duelen las caídas ni me asustan las dudas.
Puedo fracasar mejor. Sostener un rojo intruso sobre el verde magnífico que ayer me conquistó.
Borrar y volver a empezar muchas veces.
Agonizar, y un rato después volver a comenzar.




Derechos Reservados Copyright 2019 de Rogger Alzamora Quijano

lunes, 11 de marzo de 2019

BALADA




La vio por primera vez camino al supermercado, por la avenida Las Flores, que moría en una glorieta frente al jardín de su casa. Se miraron con la efervescencia de los quince años. Ella, de cabello frondoso como un árbol, mejillas rosadas y honda mirada. Él, flaco y desgarbado, pelo largo, bozo y anteojos. Pura mirada, ni una palabra. Llegó el autobús. Se quedó mirándola trepar, como si un invisible clavo lo hubiese pegado al cemento. Se difuminó en la distancia. Esa noche y las siguientes repasó cada uno de sus movimientos, su ondulado caminar, el vuelo ligero de su falda ventilando sus flaquísimas piernas, su rostro volviéndose para mirarlo desde las gradas del autobús. Noches enteras a los pies del insomnio. Pero un día se cansó de esperarla y se embarcó en la resignación.

Cumplió los veintitrés entre carencias y angustia. Ese día César le contrató como camarero retén para los domingos en una finca en pleno desierto. Era un oasis con olor a café y boato. Desde muy temprano, el sol aplastaba con algo que parecía ser todo un mundo sobre la cabeza. Los recibió la patrona. Breve, imponente, de absoluto blanco, con un niño rubio, de dos o tres años atosigándola, llevaba gafas negras y un sombrero de ala ancha que parecía una corona sobre su cabeza. Hizo un leve gesto y se marchó. Algo quedó flotando. Era otra jugarreta del grosero calor. Nada más que eso.

Hubo mucho trabajo para complacer a los señores y las damas. A veces veía pasar a la patrona, riendo, de un ambiente a otro de la mansión. Sin duda, era una gran anfitriona. Desbordaba clase y distinción. Su marido, también de blanco impoluto, era más bien bajo junto a ella. De lejos se podía sentir su poder. A veces la abrazaba, otras la ignoraba. Ella no ofrecía blanco fijo. Iba y venía ágilmente, como si flotara. Mezcla de severa y afable, a veces pálida otras rosada. Insoportable con la servidumbre y mucho más alta de lo que en realidad era. Los invitados bebían y reían, acorralados por el soponcio. En el área de la piscina el vaho era mayor. Allí los bronces de aquellos cuerpos perfectos se derretían sin remedio.
Llegó la tarde, faltaba poco para terminar. A este lugar no volvería más. Todo ahí era insoportable. La patrona llegó para hablar con César. Luego les hizo formar fila y, sin razón alguna, les reprochó a viva voz, uno a uno. No a él. Pasó sin mirarlo. Todopoderosa, se marchó otra vez, flotando sobre sus dorados zapatos con lazo. A él le pareció una más de aquellas flores desmayadas sobre los floreros de cristal.

Faltando cinco para las cinco, apareció ella, siempre con el niño de marras, esta vez alzó sus lentes y lo miró fijamente. Descubrió su cara te la impertinente mata de negro cabello que se pegaba en sus dientes. Mientras lo miraba fijamente, ordenó.

-¡Empiecen a recogerlo todo y lárguense!- gritó. Luego se volvió a él.

—Chico, ¿cuál es tu nombre?

Su voz sonó imponente.

Ciertamente su otrora hermosa cabellera se había convertido en una otoñal hojarasca. Lejos estaba del festivo matorral que desafiaba al viento. Sus mejillas, ocultas bajo una capa de maquillaje, habían matado su frescura.

-Con permiso señora, debo terminar mi trabajo y largarme.




Fragmento extraído del libro: Y ENTONCES Derechos Reservados © 2020 de Rogger Alzamora Quijano

martes, 22 de enero de 2019

EL VIAJE


Por: Rogger Alzamora Quijano


Ir en busca de lo previsible o lo desconocido. De la tierra prometida o el peligro. Con mil cosas en la mente, todas colindantes con la incertidumbre. Ilusión, angustia, emoción, derritiéndose como cubos de hielo. La fila del mostrador, la de inmigración, la puerta de embarque, la manga, el asiento.

La ansiedad en los pasillos, las azafatas buscando los detalles: cinturones, portaequipajes, asientos. Sonriendo o no. La voz del capitán. El teléfono en modo avión.

Y el gigante comienza a moverse. Gira lentamente, se dirige a la partida. La memoria se atasca en lo que queda aquí, en casa, en la familia. Todo estará bien.

Despega el conteo regresivo. Porque cada segundo que pasa es un instante menos de aventura. Aquí comienza otra historia que hay que exprimir, para que todo lo que estamos dejando valga la pena.

La cena, la hoja de impuestos, el pasajero de al lado. El visillo, el mar, la velocidad, la altitud. No importa si el sol asoma o se ha ido, siempre hay algo gris bajo el avión. Los de abajo son tan hormigas como los de arriba ante la magnitud del abismo.

La voz del capitán anuncia el descenso y media hora después da la bienvenida, la temperatura y las gracias por elegir esta compañía. Presagio de buen tiempo. Ya estamos lejos de donde se quedó la realidad.

Retirar equipaje, pasar aduana, cambiar dinero, pagar el taxi. Llegar al escenario donde otros se despiden de los suyos o usan audífonos para soslayar su soledad.

Otra dimensión de la realidad. Nadie rueda por siempre en un mismo lugar. Sur o norte, arriba o abajo. La vida es un viaje.

Ya en el nuevo plató, caminar por las calles, el mercado. Segundo, tercer día, otro día menos. Cinco, noventa, trescientos sesenta, mil. Siempre acechará el final.

Recoger. Recobrar. Perder. Olvidar. Los rostros dulcificados por la distancia. Arrugas más, cabellos menos. Fracasos muchos, algunas victorias. El postrero fervor.

Ni la Alhambra ni el Bósforo, ni el Caribe azul, ni el Elba invernal. Ni la hora y media ante La Pieta o el día entero con Gaudí. Ni la Puerta de Brandenburgo, ni Luxor, ni las pirámides mayas, ni el Machu Picchu sideral. Ni las calles de Casablanca o la enigmática Pompeya.

Nada habría sido lo que fue, sin su compañía.




Derechos Reservados Copyright © 2019 de Rogger Alzamora Quijano

lunes, 7 de enero de 2019

LA LUNA



Antes, en este mismo lugar, la luna se encendía sobre la espuma. Cual sepulcros, sus cráteres ocultaban todas las catástrofes incluso esta, promisoria y fugaz. Anoche, tras dos segundos ha desaparecido. Tal vez haya sido su encantamiento o mi perturbación.

No volvió. Aguardé el resto de la noche.

Es tarde ya, poco antes del amanecer, final de la ilusión. El cielo despejado le dio inmejorable escenario para la función.

No está. Sé que vaga por ahí. Sé que juega en algún lago. No aquí.

Sin sus grises ojos no hay vida en el abismal campo de los sueños.



Derechos Reservados © Copyright 2019 de Rogger Alzamora Quijano