Escribe: Rogger Alzamora Quijano
Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 28 de marzo de 1936) ha publicado recientemente un libro de ensayos titulado: "La civilización de espectáculo" (Alfaguara, 2012. 232 páginas). En este nos dice con su habitual estilo provocador -y muchas veces certero- que estamos viviendo una cultura del entretenimiento banal, donde también está incluida la literatura, la televisión, el sexo, la política y demás manifestaciones. Esto, según nos advierte, tendrá consecuencias devastadoras para humanidad, pues va trivializándola sin remedio. La prensa se ha hecho chismografía, el sexo solamente es un pasatiempo desprovisto de todo erotismo, y la política se va convirtiendo en un espectáculo en lugar de una confrontación de ideas.
Dice también que la cultura está desapareciendo, pues estamos sentados en un mundo donde el primer lugar de la tabla de valores lo ocupa el entretenimiento y donde divertirse y escapar del aburrimiento es una pasión universal. Pese a que la cultura puede ser también una forma superior del entretenimiento, su función principal es la preocuparnos sobre el mundo en el que vivimos, ver la problemática que nos envuelve y una manera de crear en nosotros una actitud crítica y poner en cuestión lo que parecen certezas inamovibles. En estos tiempos, por el contrario, va pasando a segundo plano la gran función de la cultura que ha hecho progresar al género humano. Existe cada vez más el riesgo de tomar a la cultura como pura distracción, diversión, entretenimiento, por culpa del esnobismo y de la frivolidad.
Otra causa, según el Nobel, es la tecnología. El Internet nos está convirtiendo en personas con poca o ninguna capacidad de concentración, donde la gente se queda sin leer libros por “picotear” información en la red. En términos cuantitativos ahora hay muchísimos más lectores que en el pasado, pero el efecto de esa lectura es muy superficial, Ahora no sería posible que aparecieran otro Borges, Joyce o Tolstoi. Es una tendencia que debería preocuparnos. Vargas Llosa aclara que de ninguna manera es una crítica hacia la tecnología o el desarrollo, especialmente audiovisual –que ha traído enormes beneficios y ventajas en el campo de las comunicaciones, la libertad de expresión, de prensa-. Reemplazar los libros por las pantallas es reemplazar un esfuerzo intelectual intenso por otro mínimo, con serias consecuencias en el pensamiento y las ideas -a los que en muchos sentidos está trivializando- y que va creando un público que ya no soporta un gran esfuerzo intelectual, al que fatiga, distrae y aburre, precisamente porque está educado a ese esfuerzo mínimo –en algunos casos ínfimo- que es lo que demandan las pantallas de un computador. Esa es una preocupación latente en países como Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, por ejemplo, donde la tecnología audiovisual ya se ha enraizado profundamente. Vargas Llosa se refiere también a los millones de lectores de la revista “Hola”. Gentes que diariamente leen o al menos hojean la revista para enterarse cómo viven los famosos, cómo se casan, descasan y vuelven a casar. Eso no está mal –dice- a condición de que no sea su alimento cultural único y excluyente, como cree que está ocurriendo en algunos casos. Leer una revista banal no llevará a una persona a formarse sólidamente para enfrentar el mundo de manera creativa. Eso sucede también con la prensa, la que en lugar de ejercer su función fiscalizadora se dedica cada vez más a la chismografía. La tendencia impulsa a los periódicos a mantener su lectoría cautiva con chismes, farándula y escándalos. Ahora es más difícil establecer una frontera entre la prensa amarilla y la seria –que no tienen más remedio que ponerla, porque es un pedido creciente de la misma sociedad. La libertad de mercado requiere una intensa vida cultural y social para que su funcionamiento -del mercado- no destruya los valores y pueda acoplarse dentro de una cierta moralidad, como afirman los grandes pensadores liberales, como Adam Smith (quien curiosamente no comenzó escribiendo sobre economía, sino sobre moral). Cuando la cultura se deteriora –dice Vargas Llosa- la moral se deteriora también y entonces el mercado desborda todo freno. Ha sido esa rapacidad, esa codicia, absolutamente desenfrenada desde los grandes centros financieros lo que originó la terrible crisis que vivimos. No se trata de detener el mercado con reglamentos ni leyes, sino con la moral cimentada en la cultura.
En el capítulo sobre el sexo, Vargas Llosa dice que este se ha des-erotizado. Cita a George Bataille, el ensayista francés, quien lúcidamente decía que el erotismo es una manifestación de la civilización, del progreso, pues el erotismo no aparece en culturas primitivas. Es algo que se da en un contexto donde las artes, las ciencias, las letras y la permisibilidad comienzan a florecer. El erotismo des-animaliza el sexo, lo humaniza y convierte en un ritual y finalmente en un arte. No obstante, en la era moderna y curiosamente desde la permisibilidad, que fue un avance en el campo de la relación sexual, en lugar de enriquecer esos rituales y perfeccionar todavía más esa relación física entre dos personas, lo han trivializado, vulgarizado y convertido en cierta forma en una rutina ya sin misterio, en la que casi no se respetan las formas y rituales que le dan la connotación de acto creativo, de arte. En lugar de aumentar las libertades en el dominio de la expresión sexual, la extrema permisibilidad de hoy terminará trivializando una actividad humana que, si no se conserva, la dosis de privacidad y de misterio puede retrocedernos hacia ese sexo puramente dedicado al desfogue del instinto, que es lo más cercano al sexo animal. Eso traería como consecuencia la pérdida de la pasión, creatividad, fantasía y llevaría a los jóvenes a desembocar en la violencia, el alcohol, las drogas. Algo de eso está ocurriendo ya en las ciudades más permisivas, según advierte Vargas Llosa. Es por ahora un sector relativamente reducido del mundo, ciertamente. Al otro lado están los lugares donde hay censura y existe un gran rigor, la defensa de un puritanismo a ultranza, sectores muy amplios del mundo donde todavía la mujer es discriminada, donde el sexo es sinónimo del mal, y del pecado nefando. Es decir: los países más avanzados del occidente llevan la permisibilidad hacia lo insensible, a la trivialización del sexo, en lugar de a una batalla contra el prejuicio. La trivialización del sexo es tan peligrosa como su represión o censura y acabará con una de las manifestaciones del placer humano, de la comunicación y la creatividad.
En otras partes de su libro, Vargas Llosa habla del fútbol. Las “barras bravas” son un fenómeno de la cultura del espectáculo donde el espectador, amparado en el anonimato, da rienda suelta a sus instintos agresivos. Esa especie de religión laica que arrastra a los espectadores hacia el fanatismo, la irracionalidad, lo puramente instintivo. A lo que Karl Popper definía como “el llamado de la tribu”, especie de colectivismo ciego, en este caso en torno a una camiseta o a un club. Es un fenómeno irracional, que se da justamente en países muy desarrollados tanto como en los más sub-desarrollados. Este fenómeno debería estar contrarrestado por la cultura, pero no por una cultura frívola como la que hoy se va apoderando del mundo. Al mismo tiempo, el escritor aclara que “criticar a las barras bravas no es criticar al fútbol”.
No podía dejar de referirse a “la política espectáculo”. Para él, la política ha experimentado una banalización tan acentuada como la del cine y las artes plásticas actuales. Cada vez la política es mucho más un espectáculo que un debate de ideas y un cotejo de principios o de propuestas. Hoy vemos en las campañas electorales el papel secundario que juegan las ideas, los programas, los valores, los sistemas, versus el papel preponderante que tiene el espectáculo. No son los pensadores, sino los creativos de publicidad los que determinan el éxito o el fracaso de una campaña electoral. También están las enormes cantidades de dinero que se invierten en ellas. Es verdad que no están desapareciendo del todo las ideas. Hay unos países donde el espectáculo es más pronunciado que en otros. Pero la tendencia es creciente. En estos tiempos son los mejores histriones, los actores o los payasos quienes conquistan a los votantes. Contra eso también debería defendernos la cultura, a condición de que también la cultura no contribuya con sus propias superficialidades. Francia es un caso notorio, donde su tradición, de pensamiento profundo, se ha convertido ahora en un mero espectáculo (verbigracia: Sarkozy/Bruni). Los intelectuales están dejando de participar en estos lances y curiosamente es en los países abiertos y llamados libres, donde los intelectuales se están retrayendo de participar, muchas veces por considerar a la política una actividad sucia, despreciable, y que no debe en modo alguno contaminarse con las actividades creativas y artísticas. Vargas Llosa cree que esta es una actitud equivocada, porque “si despreciamos a la política, contribuimos a que la política se vuelva despreciable”. Los intelectuales, al igual que todos los ciudadanos, tienen que participar en el debate público. Ello a pesar de que muchas veces los intelectuales se han equivocado y han defendido las peores opciones, desde el Gulag hasta la revolución cultural china, pasando por los que defendieron las ideas nazis, el holocausto y los asesinatos masivos de judíos. Hubo intelectuales que parecían muy lúcidos y que terminaron ensuciándose moralmente al defender esas opciones. Pero están los del otro lado: quienes aun en medio de esa ceguera colectiva, que es la del fanatismo político, mantuvieron las ideas de la igualdad, libertad y fraternidad. Por eso cree importante incitar a los que dedican su vida a la creación, al pensamiento, a participar de la vida cívica, para no dejar exclusivamente a los políticos profesionales a que lleven la política a empobrecerse y muchas veces a corromperse.
Finalmente, Vargas Llosa se alegra de que su libro haya provocado reacciones diversas y haya sido objeto de críticas y elogios, pues –dice- esa fue la razón de su publicación: invitar a un debate acerca de la necesidad de encontrar soluciones para una cultura en decadencia y que está cayendo rápidamente en la superficialidad.
Interesantes reflexiones las del peruano notable. La cultura esta pasando por una etapa decisiva, las relaciones interpersonales corren el riesgo de hacerse inmunes a las emociones. Esa seria la tragedia de un siglo que recien comienza.
ResponderEliminarComo dices en tu biografia, el amor es el vagon que mueve al mundo.
Carinos.
Noelia McP. F.
Vargas LLosa me parece muy petulante y soberbio. Prefiero a Gabo.
ResponderEliminarSus palabras regresaron a él para juzgarlo. Ahora es parte del espectáculo que tanto criticó. Ha perdido la cabeza por una mujer frívola. Cada uno es esclavo de sus palabras.
ResponderEliminar