Mientras me hacía renacer desde sus caderas y su risa
lo cierto se hizo duda, el abrazo distancia.
La maldición del tiempo comenzó a llover en sus ojos abismo,
inquinas y afrentas degollaron placidez y certezas.
El reloj se detuvo y legó sombra y estío.
DE: versos conversos Derechos Reservados © 2009 Rogger Alzamora Quijano
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