Escribe: Rogger Alzamora Quijano
El aquí y ahora tiende a confrontarnos permanentemente con la memoria, con el pasado. Y el pasado no perdona. Lo que somos, no fuimos ni lo seremos. La ilusión del hoy, que alimenta esa continuidad, no por aparentemente nítida debería convencernos. Ese alguien que parece estar aquí para decirnos lo que fuimos o somos, no existe. Los momentos más intensos de la vida se evaporan muy pronto, no importa cuánto los hayamos esperado, preparado, deseado. Cuando amamos no hay nada que nos pueda decir: yo amo; no hay ningún Yo; hay amor. Cuando después decimos: yo amé, en realidad estamos usurpando una experiencia que ya escapó. Cuando decimos fui feliz es porque ya no lo somos o al menos, no lo somos tanto. Cuando somos verdaderamente felices no hay portavoz que nos diga que lo estamos siendo.
Nos transformamos, mutamos, pero sin percatarnos hasta después, o nunca. Hasta que nos apremie el recuerdo de una sensación que ya no podemos tener. Que sabemos que nos pasó, que la tuvimos, que la vivimos, pero que solamente podemos recordar.
¡Cómo nos gustaría poder palpar otra vez nuestros más gratos recuerdos!: el roce de una piel, el cataclismo tras una mirada, el sabor de un beso. No es posible. Lo único que nos queda es la memoria. Ya el tiempo pasó, como entonces que se hizo esperar tanto para durar un instante y desaparecer.
¿Cuál es nuestra materia prima más valiosa? La memoria.
¿De qué estamos hechos? De recuerdos.
Derechos Reservados Copyright 2001 de Rogger Alzamora Quijano
Tienes mucha razón, pero para mi no puede ser un recuerdo lo que siento, porque es real y me llena, me hace llorar, me también me hace muy feliz. Solo pido, que Dios, el tiempo, tenga piedad de mi, y que mi amor se de cuenta que es mi Todo.
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