jueves, 25 de junio de 2015
EL BOLERO
El sol acomete la isla arquetipo de la distancia
como las dudas de la desdicha.
El verano y la soledad son el mismo sol.
Verano común de viento escaso. Soledad ansiedad escasa paz.
Sudor que macera la premura de un plazo exiguo.
Verano común. Molicie en la ensenada de cumbias recurrentes.
De pescadores afables donde todos (menos nosotros) olvidan y bailan.
A mediodía el aroma a pescado asalta el pueblo.
Sudados con arroz blanco, ceviche ingente y helado.
Después otra vez a la plaza y otra vez a la playa,
a dejarnos envolver por la arenisca salina,
los bostezos del mar y las contingencias de la carne.
Más atrás aguarda la desconfianza.
De regreso, por la vereda de fuego y cemento el bolero suena.
No la Obertura de las Hébridas ni la Marcha Turca,
sino un bolero con aire de balada gotea con el sudor sobre el calendario.
Arde como hierro en la llaga y su melodía comienza a matar.
Taciturnos doblamos las últimas esquinas. El tramo interminable.
Repetimos las estrofas del bolero nono,
un Manzanero que deja a expensas del futuro.
Sombrío como nuestras sombras.
Un bolero que nos alista para cortar
el futuro tristón y lacerante, vago y caprichoso.
Miramos el mar desde la ventana, sin aliento y sin hambre.
No nos detiene un beso. No nos convence la cama.
Nuestra carencia es del alma.
Nos atosiga el adiós como una pipa de agua en Estambul.
Son los cimientos de la distancia, del calendario y la renuncia.
Y sin renuncia no hay riesgo.
Sin renuncia los sueños se quedan en las almohadas.
Con el viento las versiones vuelan como mariposas del cisma.
Tienes la tuya, tengo la mía.
Amores y mentiras en la Cava de Fingal.
Sonidos silencios dudas colores.
Pilares de basalto bullendo en el aire.
Mentiras y amores en los campos de Orhan,
tras un brillante Tercer Movimiento
donde el piano va dejando reproches en breves agudos
que tropiezan ante la coda moribunda.
El recuento se apaga en el mercado. Hemos llegado.
El bolero de Manzanero viene de todas partes.
El vendedor de paltas sabe las letras,
la dama de las frutas taconea su ritmo.
Todos se dejan aplastar por su nostalgia
en la vorágine del mediodía.
Todo en extraña armonía.
La gente gira alrededor de sí misma.
El egoísmo es intrínseco en la caleta,
en la Escocia del extremo
y en las riberas del Bósforo.
DE: versos conversos Derechos reservados Copyright © 2015 de Rogger Alzamora Quijano
lunes, 8 de junio de 2015
PLATÓNICO
Nada conozco de ti. Apenas el lunar de tu hombro
y un resquicio de tus dientes aparcados sobre una rosa mueca.
Discretamente te miro y vuelvo a mirarte con azoro y culpa.
Discretamente soporto tu soterrada provocación.
Confabulamos para no dejar rastros, para no provocar sospechas.
Para subrepticiamente convidarnos.
Condenados a vernos una vez por año,
entre abril y mayo, con sendas copas de vino
entre bullicio y sospecha.
Exprimes los segundos para decirme sutilezas, para dejar señuelos.
Para resumir en un minuto tu acopio de doce meses.
Me trago las ganas de tus labios, de tu lengua vibrante,
de tu mirada infame.
Vuelo tras tu dedo glamoroso y solemne
mientras te atascas entre preguntas y coartadas.
No eres experta pero te sobra arrojo.
Tierna, roja y perniciosa, fruta desafiante y sabrosa,
espero que dudes y te ruborices, que tu lengua tropiece,
tus ojos se rindan, te frotes las manos, rebusques las palabras
y encuentres la frase definitiva que marcará tu territorio
hasta el próximo abril en fiesta ajena.
Tras un cárdeno sorbo de valor
me cuentas de un amor estrujado por el decoro.
Brindamos otro tinto deleite,
copa en mano enrojecemos con él,
las miradas esquivas, las sonrisas torpes, corazones a mil.
Sabemos que esto no llega a ser. Que solo existe.
Un amor sin edad, sin causa.
Sin plazos ni urgencia,
sin futuro, sin besos,
sin fidelidad, sin compromiso,
sin pertenencia,
sin promesas ni planes,
sin sexo sin hijos sin cama ni mesa.
Sin nombre,
sin flores ni regalos,
sin fechas ni celebraciones,
sin amigos, sin citas.
Sin celos ni abandonos.
Sin reconciliaciones.
Un amor carente,
que no entiende ni necesita.
Un amor pacífico, empírico, subjetivo.
Un amor tangencial, incoherente, plácido.
Te irás. Dejas tu copa en mi mano.
No más preguntas.
No más Quasimodo ni Pavese.
Solo un último sorbo de amor platónico.
DE: versos conversos Derechos reservados Copyright © 2015 de Rogger Alzamora Quijano