viernes, 15 de junio de 2012
RUBÍ
Desde aquella tarde en la que, confundido y azorado, retuve tu mano entre las mías ha pasado mucho tiempo. Hoy ni tus manos están, ni las mías las sienten.
En aquél entonces eras una niña de catorce para quince. Un día te encontré en mi ruta hacia el colegio, como quien se encuentra un rubí a la vera del camino. Y te rogué me dejaras ir contigo y regresar.
Había un largo paréntesis entre la escuela y tu casa, el cual disfrutábamos en silencio y con miedos. Miedo de que tus padres nos sorprendieran mirándonos. Miedo de que se acabara el tiempo. Miedo de que, en cualquier momento, alguien se mezclara con nosotros e interrumpiera nuestro precioso silencio.
Y así, siempre con algún miedo, celebrábamos cada día el sólo hecho de encontrarnos.
Me pareció que habíamos vivido así por largos años, pero en realidad fueron apenas los tres últimos meses de aquél año escolar.
Luego me fui, jurando buscarte. Por motivos propios y ajenos no cumplí mi palabra y sé que tampoco tú me esperaste, tal como habías prometido.
Hoy es tu cumpleaños. Quiero pensar cómo tus hijos te celebrarán, tu marido te llevará a cenar y te regalará un collar y un variopinto ramo de flores. Quiero pensar cómo te alegrarás.
Por eso escribo. Con la subterránea esperanza de que mi fantasma se aparecerá en la celebración para recordarte la hirviente sensación de las promesas incumplidas. Hay algo de maldad en esto, y proviene de mi obsesión por los recuerdos. Estoy enfermo de recuerdos.
DE: CARTAS APÓCRIFAS (EL JUEGO DE LA VIDA) © 2007 Rogger Alzamora Quijano
Como me encantan tus cartas apócrifas. Eres un maestro que usa muy bien la palabra: como cuchillo o como caricia.
ResponderEliminarUn placer conocerte.