Para mi hijo
Lo que vi esa mañana, te confieso,
lo que burló mi malgenio,
fue tu sonrisa
y la ágil mariposa
que son tus manos.
Sabías,
desde que el sol me llevó a tus ojos,
que te amaba.
Tomaste mis abrazos
y en ellos viajamos
por los sueños.
Vi cómo crecías.
Fue entonces que hablaste.
El día comenzó mil veces,
frente a las verdes moras.
Jugamos en el pasto
y me contaste
el secreto del colibrí para beber de las flores.
Mi cansancio murió
a manos de la esperanza
que tú llevas adherida
y que regalas.
DE: "40 POEMAS Y OTROS TANTOS DESMANES" Copyright © 1989 de Rogger Alzamora Quijano
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