jueves, 13 de octubre de 2016
CERCA DEL MOLDAVA
Van a dar las seis. Nueve amigos bebemos cerveza en el Karlovy, venimos de recorrer la ciudad vieja. Nuestras risas parecen flotar sobre el rumor del Moldava. Los colores son fastuosos. Hace sol. Todas las mesas revientan. La multitud está despidiendo el verano. Nuestro dispendio presagia cerveza y shisha, de aquí hasta la madrugada. Al cabo, Daniel y Pavel vomitarán en alguna esquina, los embarcaré en sus trenes y me quedaré solo por un rato más. Siempre es así.
Mis ojos están sobre el Karluv, pero yo estoy en el Sena, un par de años atrás, en un bar como este, con Elisa y sus amigos. Elisa me explica los chistes en polaco, no lo sé, me gustaría entenderlos yo mismo. Elisa trata de que no me aburra. Yo río con algo de piedad. Elisa tiene sentido del humor pero no sirve para contar ni medio chiste en buena forma. Tímidas olas visitan la orilla, no sé si del Moldava, del Sena, o de cualquiera de los ríos que hemos visto juntos. Demasiados ríos en mi vida.
Mis amigos siguen sacándose los trapos sucios entre carcajadas. Tengo guardada una mueca para ellos. Lo saben pero no me lo reprochan.
Cuando Elisa soñó con Praga estábamos recostados en la cama después de hacer el amor. Lo dijo con tanta convicción que me animó. Conocía ese tono de voz tan decidido. Y tan falso. Le gustaba lanzar palabras y planes. "Sin pretextos", le advertí. Me miró. Para Elisa era natural inventar subterfugios. Luego de unas horas, y mientras caminábamos por Voie Pompidou, encontramos el mes y la semana, el momento propicio para ir a Praga. Luego empezaría la etapa de los excesivos detalles. Todo comenzaba a virar hacia la dirección indeseada.
Dos días después abortamos la idea y luego firmamos la ruptura.
Me he levantado. Mis amigos me miran. Voy a caminar por Karluv most, ya vuelvo. A la mierda el shisha, pienso, fumaré cigarros de verdad.
El Moldava comienza a desaparecer en la penumbra. Enfrente, se va levantando un paisaje opaco y más allá una oscuridad aterradora. Las estatuas del puente parecen acecharme todos al mismo tiempo. Como las noches en los malecones o los puentes sobre los ríos andinos, que Elisa y yo atravesamos en tiempos de gozo.
Es una Elisa sin gloria, caminando mientras lanza gajos. Demasiado imperceptible como para significar nostalgia. Quizás solo un opaco recuerdo, como esta noche cerca del Moldava. Dejo escapar un improperio.
Después de media hora, encuentro más efusivos a los muchachos. Me miran. Van a dar las once. Me sumo al cónclave, con sendos sorbos de cerveza. Una carcajada sirve para maquillar los éxodos.
Fragmento extraído del libro: Y ENTONCES Derechos Reservados © 2020 de Rogger Alzamora Quijano