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miércoles, 7 de septiembre de 2016

EL BASTIDOR



Iba a pintarte.
Ya no recuerdo si lo soñé o lo viví. Entre el sueño y la necesidad hay apenas una línea.
Iba a pintarte, seguramente debes recordarlo. Tu cara, tus brazos, tu magnífica estampa izada sobre el campo donde perdía todas las batallas. Tu encantadora desfachatez.

Recuerdo el blanco lienzo, los colores y los pinceles que compraste y deseché por insufribles. Te reíste. Era tan diáfana tu alegría, que no dejaba dudas.

Y entre el jolgorio y la cocina olvidamos armar el bastidor. El tiempo y la confianza comenzaron a escasear. Un mes corrió velozmente. Las dudas, que nos esperaban agazapadas veinticuatro horas cada día, nos obligaron a postergar.

Cierto día, terminamos inventando un pretexto para llevar el bastidor al desván. Las veinte piezas fueron a parar al vecindario del abandono. Y con ellos, tu rostro sin cuadrantes, tus brazos sin color ni calor, tus ojos de un sombrío tono imposible, tus ojos ajenos al delirio. Allí se quedarían, vagando en los aposentos del moho, el bastidor desmantelado y las preciosas líneas que jamás tracé.

También mi recuerdo de aquellos festivos días se agolpa en los sepias calendarios, cual briznas devoradas por el olvido.
Ha pasado mucho tiempo. Décadas de silencio. El extravío acabará por engullir los quiméricos matices de tu retrato, y así desaparecerás también e mi pasado.

Iba a pintarte. He traído a mi memoria aquél episodio, como gesto de inmensa gratitud por las grandes epopeyas que escribimos juntos. Dejemos para los zócalos de la memoria la anécdota del recóndito bastidor.



Fragmento extraído del libro: Y ENTONCES Derechos Reservados © 2020 de Rogger Alzamora Quijano

3 comentarios:

  1. Espléndida prosa! La mezcla de amor y color y la preciosa celebración de la dicha en medio de la frustración. Ciertamente me identifico con la celebración final de la dicha, porque es mi historia y es mi dicha, mi reluciente dicha. Gracias por tus letras.

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  2. Y en el desván celebran ocultas nuestras sombras el acertado final que provocamos. Van muriendo cada día entre las bicicletas herrumbrosas, los camastros y las pelotas de tenis mohosas, los libros de un saber hoy obsoleto y las cajas llenas de nada y vacías de todo. El retrato postergado vive su propia muerte.

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  3. Después de esta prosa el "me pongo a pintarte" de Nacho Dávila parece un ejercicio de calentamiento. Dicho con respeto. Los colores que se pintan con palabras son más bellos.
    Buenas letras, poeta.

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