AVISO IMPORTANTE


Los textos registrados y/o firmados por el autor del blog son de su propiedad. Está prohibido copiar, reproducir y/o usar comercialmente los mismos sin el permiso expreso y por escrito del autor. Cualquier uso no autorizado conlleva delito de apropiación ilegal de la propiedad intelectual. Las citas de otros autores están consignadas en los créditos.

En este sitio se usan cookies. De acuerdo a las leyes europeas, al entrar en este sitio usted acepta el uso de cookies.
This website uses cookies to ensure you get the best experience on our website.

martes, 20 de julio de 2010

HECTOR



Escribe: Rogger Alzamora Quijano


-Son dos cosas distintas que parecen lo mismo -decía-.

Ahora lo pienso. Me detengo aquí mismo y lo pienso. La soledad puede ser tierna y sutil, apropiarse de uno, entibiarnos, arroparnos bajo los recuerdos, tras un comienzo desalentador. El abandono, en cambio, es un voraz secuestrador que va matando de a pocos.

-El día que te quedas sin agua, enseguida te acostumbrarás a olvidarla. La noche que te falta almohada, te quedarás también sin sueños. Pasarás desapercibido. No existirás, y a nadie le importará. El abandono es un cuchillo que se hunde en ti cada instante un poco más.

Me contó que en un principio fue como empezar un juego. Se sentía solo, pero debía explicaciones, acarreaba responsabilidades, asumía sus deberes. No era suficiente para lo que buscaba. Entonces fue más allá. Le subyugaron las incalculables opciones que le ofrecía el abandono: la extrema libertad y el desparpajo fueron luces que alumbraron sus noches. Pronto la luz se fue apagando: poco comer, nada dormir, repudio, vergüenza, invectiva. Eso y su propia memoria atragantada, sus culpas recurrentes, verdes vómitos de arrepentimiento.

-Traté de volver, lo juro.

Pero ya su asesino había dictado sentencia. El resto fueron manotazos de ahogado. Cada mirada atrás significó alargar su agonía. En el intento de una tardía redención terminó humillándose. Fue peor. Héctor ya no le importaba a nadie.

Cuando lo vi estaba sereno. Quise abrazarlo –era parte de mi niñez más feliz, mi adoptado primo- pero retrocedió. Con un ademán me pidió que no.

-No me importa, le dije.

Se sentía indigno de un abrazo. No quise insistir para no contrariarlo. Le ofrecí almorzar juntos ahí mismo -espalda del estadio donde se lució con atajadas memorables-, en la vereda.

-Traeré algo para comer.

-Ya para qué, primo- dijo con una mueca que alguna vez fue sonrisa.

Me miró profundamente, sin decir nada, y se marchó.


DE: EL JUEGO DE LA VIDA © 2008 Rogger Alzamora Quijano

1 comentario:

  1. Buena la narración, concreta, de modo tal que describe como la persona va transitando de la soledad al abandono.
    La soledad puede ser como la moneda que se lanza al aire,puede serte benéfica o...señalarte el camino al despeñadero.

    ResponderEliminar